jueves, 20 de noviembre de 2008

El Misterioso Doctor Cornelius



La llamada Belle Époque (por contraste con la que iba a caer luego, en 1914) fue en Francia la Edad de Oro del folletín más delirante. Poco antes de que los pulps norteamericanos tomaran el relevo de lo Increíblemente Extraño se puede decir que el hexágono se llevó la palma en lo que a rarezas y friquismos se refiere, fruto de una generación enfermiza que contaba a polígrafos iluminados como Gaston Leroux, Jean de la Hire, H. Gayar, Maurice Renard, André Couvreur o el tándem de Pierre Souvestre y Marcel Allain.

Pero sin duda, primus inter pares, destacó la figura el Gustave Le Rouge, superviviente de la bohemia heroica del Procopio y el Gato rojo, del circo Priami y de Verlaine (llegando a compartir la última cena del poeta!), buscavidas polifacético que encontró en el formato industrial del folletín el laboratorio para sus experimentos de automatismo pre o para o supra surrealista.

1912, dos años antes del inicio de la “carnicería heroica” que derrumbaría a Europa.
Una ciudad champiñón del Far West (¡aún existía el Far West!), al pie de las Montañas Rocosas.
Un millonario, Fred Jorgell, da una fiesta en honor de su hija Isidora.
Un rubí único, de color sangre, desaparece.
Un invitado es electrocutado.
Y luego más y más tipos.
Cada vez que las luces de la ciudad se apagan aparecen nuevos cadáveres.
El sofisticado homicida eléctrico resulta ser el vicioso hijo del millonario, Baruch Jorgell.
Descubierto y perseguido, Baruch huye.
Una mansión perdida en Bretaña.
Un prestigioso químico y minerólogo, M. de Maubreil, acoge a un desvalido vagabundo.
Maubreil ha logrado realizar la síntesis que permite crear innumerables diamantes.
El vagabundo, que no es sino Baruch fugitivo, mata al viejo.
“¡Muere, viejo loco!”
Se lleva el secreto de los diamantes.
De vuelta en América Baruch se entrevista con un antiguo cómplice, el inquietante “escultor de carne humana”…
El Dr. Cornelius Kramm, el genial creador de la “carnoplastia”.
Ni corto ni perezoso el Dr. transforma la cara del asesino, dándole la del inocente hijo del millonario William Dorgan…
Y así comienzan las cada vez más abracadabrantes aventuras del misterioso Doctor y su psicopático hermano Fritz, el ladino Baruch y la temible organización secreta “Mano Roja”.
Robando, asesinando, raptando, cambiando rostros (algunos de ellos una y otra vez!!) y clonando víctimas.
Haciendo, en general, el mal por todo el orbe, de Canadá a Japón, de “la torre febril” a la “isla de los ahorcados”…
En el vertiginoso periplo encontraremos cantidad de seres bizarros, como el muy decadentista lord Burydan, “buscador de sensaciones raras”, el “patriarca de la secta de los vitalistas místicos”, un exjockey transformato en psicólogo mentalista y podomántico, el jorobado Oscar Tournelos o el afable Prosper Bondonnant, científico soñador que logra dominar las intemperies y la vegetación, así como las capilosidades femeninas (!!) gracias a su prodigioso “elixir capilógeno”…
Así irrumpía la “Patafísica” de Alfred Jarry en el universo de las aventuras científico-policiaco-junglescas…
Fascinado, su amigo el poeta vagabundo Blaise Cendrars se propuso gastarle una pequeña broma y homenaje, demostrándole a él y al mundo la genialidad latente de la obra…
Así que cortó aquí y allá párrafos y frases.
Los fue juntando, a modo de versos libres.
Y publicó con ellos un pequeño poemario, llamado, en honor a la nueva musa de la modernidad, Kodak.
El libro fue un pequeño éxito de los Locos Años 20.
Pero nadie entendió la broma. Empezando por el propio Le Rouge.

El cual siguió, dale que te pego, enfrascado en su colosal obra (que totalizó, según Cendrars, 310 volúmenes) hasta palmarla, un año antes de la ocupación nazi. En cierta medida la dominación mundial soñada por su sabio loco estaba a punto de hacerse realidad, a manos de otros “escultores de carne humana”…

Hablaremos otro día de la otra gran obra de Le Rouge, el ciclo de aventuras marcianas de Robert Danvil, enfrentado, entre otras minucias, a obstinados vampiros interestelares…

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El Escarabajo andrógino



Cuentan que Bram Stoker y su colega Richard B. Heldmann apostaron, como hicieran antaño Byron, Shelley y Mary, a quién escribiría la historia más terrorífica. Richard se pulió la suya en unas cuantas semanas. Stoker tardó aún unos cuantos años en terminar Drácula. La de Richard (publicada con el pseudónimo Marsh) sería una de las obras más Increíblemente Extrañas del fin de siglo, conociendo un éxito fulgurante pero eclipsado, ante la posteridad, por el Conde inmortal de su amigo. Un selecto club de fans ha mantenido viva, empero, la llama del Escarabajo y ahora entenderéis por qué.

Paul Lessingham viaja en su juventud, como tantos otros niños bien del Imperio británico, por Egipto. En las calles del Cairo oye una voz embriagadora proveniente de un café. Dentro hay una fascinante hurí que, como era de esperar, droga al joven pardillo y (algo ya más inquietante) lo lleva a un templo subterráneo consagrado a la diosa Isis, utilizándole (how very shocking!) como juguete sexual durante unos meses, entre “orgías de horrores indecibles” que incluyen sacrificios humanos, preferentemente de virginales inglesitas que se han visto sometidas a “más variedades vejaciones que las que las mentes de los demonios podrían concebir”…!!

Durante uno de esos sacrificios el drogado Lessingham consigue desatarse y estrangular a la sanguinaria sacerdotisa… Lo cual no resulta ser una buena idea, ya que se transforma, ante sus propios ojos, en un enorme escarabajo, “creación delirante de alguna loca pesadilla”… Y es que los Hijos de Isis pueden transformarse en escarabajos al morir…

Veinte años más tarde (cómo no), Paul se volverá a encontrar con su antigua dominatrix, en el preciso momento en que este se va a casar con la respetable Marjorie Lindon (algo similar ocurre, en cierto modo, en la obra de Stoker). El escarabajo (¿O deberíamos decir “la escarabaja”? Aquí la neutralidad del inglés nos aventaja) aparece en Inglaterra, hipnotizando, ni corto ni perezoso, a un pobre indigente, Thomas Holt, en una escena totalmente decadentista que nada tiene que envidiar a los mordiscos del Conde y sus esclavas…

Transformando la posesión fálica en una pesadilla freudiana (por desgracia desconocemos qué opinó Sigmund de este perverso best-seller), el Escarabajo trepa por las piernas del homeless hasta llegar a sus labios y… en ese momento se transforma en un extraño andrógino, “horrendamente repulsivo” que le obliga a desnudarse, mirándole con “sonrisa de sátiro” y palpándole las carnes como “si hubiera sido alguna res lista para la plancha del carnicero”…

Como el Renfield de Drácula, Holt se verá impelido a servir a su Amo/Ama en sus maquiavélicas disposiciones, algunas de ellas ridículamente victorianas (como el robo de las cartas de Paul a su prometida!). Tras varios incidentes a cada cual más delirante, el Escarabajo rapta a la virginal Marjorie, con la clara intención de llevársela a sus indescriptibles orgías egipcias… Sigue una persecución, hasta que, de modo un tanto simplón, el tren que lleva al engendro y su víctima se descarrila, matando al primero y dejando ilesa a la segunda, que puede finalmente casarse con su galán. Se nos refiere, por último, que el templo de los Hijos de Isis fue encontrado y destruído por las autoridades…

Destacando en la ingente masa de producciones fantásticas victorianas y finiseculares, El Escarabajo combina grandes temas decadentes como el orientalismo, la mujer fatal, la metamorfosis, la androginia, la hipnosis y las sociedades secretas dotándoles de una energía que ya prefigura los delirios de la era dorada del Pulp y de los “seriales” cinematográficos tales como el Retorno de Chandú. Lástima que ninguno de los estudios se atreviera con ella pero así nos queda a nosotros el placer de imaginarla entre decorados estrafalarios de cine mudo y absurdas persecuciones ralentizadas por nuestras cámaras mentales…

Marsh prosiguió con su exitosa carrera como escritor de best-sellers, hoy ya totalmente olvidados. La exquisitamente gótica editorial Valancourt ha resucitado dos curiosos opúsculos, The Joss, A Reversion, y Curios, Some Strange Adventures of Two Bachelors. The Joss narra la enrevesada historia de una joven empleada, Mary Blyth, que recibe en herencia de un misterioso tío lejano una mansión poseída por el torturado espíritu de éste, también codiciada por tres grotescos homicidas, ignorantes del horrible secreto que alberga. Más Extraña (e inquietantemente afín a nuestro actual proyecto) resulta Curios, colección de historias narradas por los bizarros Mr. Pugh y Mr. Tress, coleccionistas rivales de “curiosidades” rayanas en lo macabro y terrorífico. Mientras Pugh, supersticioso, cree que toda antigualla que cae en sus manos está encantada, Tress, cínico y desencantado no se arredra ante nada –inclusive el asesinato- para añadir una nueva pieza a su colección. Juntos evocarán una pipa envenenada que toma vida al ser fumada, una mano cortada del siglo XIV con desagradable propensión al asesinato y un fonógrafo en el que una mujer asesinada habla desde su tumba…

Felices sueños.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Don Manuel de Poictesme



Una de las obras más inclasificables, por lo Increíblemente Extraña, de la Fantasy norteamericana es sin duda la inmensa saga de James Branch Cabell Biografía de la vida de Don Manuel. En sus 25 volúmenes –escritos entre 1905 y 1927- seguimos la vida, ilusiones y decepciones del héroe epónimo, guardián de cerdos que poco a poco asciende hasta el rango de conde de Poictesme (provicincia ficticia de Francia, entre Poitiers y Angoulême) así como de sus descendientes físicos o espirituales (!) a través de varias generaciones (y con varias rarezas temporales, desde reencarnaciones hasta inmortalidades…).

Una estructura común une las distintas obras, según el autor: "La comedia siempre es la misma. En el primer acto el héroe imagina un lugar donde la felicidad existe. En el segundo se encamina tras ese objetivo. En el cuarto se queda corto o lo que viene a ser lo mismo consigue lograrlo sólo para darse cuenta de que la felicidad queda un poco más allá todavía…” Lo cual redunda en una relectura irónica del moto del propio Manuel, Mundus Vult Decipi (el mundo quiere ser engañado), pues los propios héroes, manipuladores de sus coetáneos, vagabundean por el tiempo y el espacio persiguiendo ilusiones.

La novela más conocida (digamos mejor la única conocida) de la serie es la octava, la simpar Jurgen (1919). Prestamista cincuentón, Jurgen se hace un día el abogado del diablo ante un monje. Agradecido, el propio Satanás se le aparece y le ayuda a deshacerse de su mujer, Dama Lisa, excesivamente chismosa. Pero el remordimiento lanza a Jurgen en busca de su mujer y juventud perdidas. Rejuvenecido por un nuevo milagro, dotado por el centauro Neso de una camisa mágica y una sombra que apunta sus mínimos gestos y palabras, se lanza a una serie de aventuras predominantemente eróticas, marcadas por el feliz amoralismo que iba a triunfar en los locos años 20.

Siguiendo un meteórico ascenso similar al de su ancestro Manuel, elevado a duque, príncipe, emperador y papa, Jurgen se va cansando de trajinarse a la insaciable Anaitis, se casa con una curiosa hamadríade (!), o silfa arbórea, se enrolla con la Bella Helena de la mitología –aquí doble fabuloso de su amor de infancia, Dorothy la Deseada- y hasta con una vampiresa bastante deslenguada en el fondo del Infierno. En el Paraíso, le enseña las matemáticas a Dios mientras discuten de metafísica. Al final del dantesco y faústico perilo que alterna irónicamente personajes de la mitología cristiana con héroes antiguos y fábulas medievales, Koschquei, nuevo Mefistófeles, le devuelve su antigua identidad y su mujer.

Curiosamente esta “comedia de la justicia” que redunda en una apología de la monogamia fue considerada obscena por la Sociedad neoyorquina de lucha contra el Vicio y le valió al autor un sonado juicio que, como suele ser el caso, le confirió una extraordinaria (si efímera) fama internacional.

Dandy marcado por la cultura “fin-de-siècle” de su adolescencia, Cabell había ya vivido envuelto en el escándalo, desde su expulsión del College de Virginia (que ahora, irónicamente, se honra de albergar sus obras en la biblioteca a la cual da nombre) por su relación “demasiado íntima” con uno de los profesores, hasta su supuesto asesinato del amante de su madre.

La extraña versión cabelliana de lo que se daría en llamar la “fantasía heroica” o “espada y brujería” debía más al Simbolismo descabellado de Lord Dunsany o de William Morris que a los pulps que empezaban a conquistar el mercado y las mentes de América. La Mejor de las Bromas (The Cream of the Jest) retomaría así el conflicto entre el ideal erótico y la realidad –clave en la cultura finisecular- apuntado en Jurgen con la historia de Felix Kennaston, novelista de éxito que huye del tedio de la vida contemporánea gracias a los sueños inducidos por un disco mágico que descubre en su jardín. Transformado en un tal Horvendille salva a la bella Ettara a la que persigue incansablemente a través de los sueños y las épocas, desde la Crucifixión hasta el Terror revolucionario del 93. Cada vez que cree poseerla su sueño se desvanece. Hasta que un vecino le convence de que su disco mágico es sólo un vulgar tarro de cosméticos y que su mujer Kathleen, a la que tiene totalmente olvidada con tanto onirismo, no es sino la reencarnación de su soñada Ettara. La reconciliación final está aquí, contrariamente a Jurgen, teñida de tragedia, pues Felix se da cuenta de su error justo cuando su mujer muere, condenándole a la soledad.

El estilo arcaizante del autor, muy marcado por el Decadentismo y por la recuperación que hiciera Audrey Beardsley del ciclo arturiano de Thomas Malory, envejeció súbitamente con la llegada de la “generación perdida”. El perfume escandaloso de Jurgen, saboreado por contemporáneos como Mark Twain o el mismísimo Alisteir Crowley, se desvaneció como había llegado, sumiendo a Cabell en el mismo letargo encantado que sus propias irónicas y frágiles criaturas.

martes, 4 de noviembre de 2008

La Isla Afortunada



A los antiguos Griegos les chiflaban las islas. Basta con curiosear un poco en Google Earth para entender la razón, pues el Mediterráneo toma en la órbita helénica cariz de Micronesia…

Y de las islas, como todo sabemos, ninguna mejor que las imaginarias.
Salvando las deliciosas islas homéricas donde uno se puede encontrar desde Cíclopes hasta pivones de escándalo que lo convierten a uno en gorrino (visión poética de lo que sucede en cualquier bareto de nuestro Magalluf balear), tenemos curiosas formaciones como la Nefelococygia de Los Pájaros de Aristófanes, prototipo de las islas aéreas tan socorridas en la Ciencia-Ficción clásica… O la Panchaia de Evemero, ya evocada.

La Isla afortunada de Iámbulo, obra que sólo conocemos –como tantos centenares de otras- gracias a la insustituible Biblioteca Histórica de Diodoro de Sicilia- era una de esas fabulaciones geográfico-delirantes que tanto vendían en los mercadillos literarios de los puertos helénicos.

Se trataba de una especie de utopía social del tiplo de la Atlantis de Platón. El narrador, navegando hacia Arabia con objeto de comerciar era capturado por unos corsarios etíopes que degollaban a todos sus compañeros menos (sorpresa) a él y a otro menda. Pero lo que los aguardaba no era mucho mejor, como en las pelis italianas de caníbales…

Ya que en efecto estaban destinados a “participar”, en el papel de víctimas expiatorias, a una ceremonia celebrada cada 600 años (¡!) en Etiopía. Dicha ceremonia consitía en dejar a dos hombres en una barca a la deriva. Si los dioses (y los vientos) les eran propicios, llegarían a una isla en la que serían recibidos hospitalariamente, con lo que la felicidad de los etíopes quedaría asegurada por otros 600 años.

Al cabo de 4 meses Iámbulo y su colega llegan a una isla redonda de unos 100 kilómetros cuadrados (500 estadios, según el sistema griego) rodeada de un agua dulce y de color violeta (!) y siete islas de misma extensión situadas a idéntica distancia unas de otras (en plan extraterrestre, según las descabelladas y entrañables teorías del viejo Von Däniken).

Pero lo más extraño es sin duda que allí los hombres miden cuatro codos de altos, son imberbes hasta la coronilla (ésta sí coronada con algo de cabello!), tienen una excrescencia nasal semejante a una epiglotis, huesos elásticos y la lengua bifurcada en su raíz, lo que les permite conversar con dos personas a la vez (!!).
Distribuidos en familias y en tribus, gozan de una concordia perfecta, pues desconocen la ambición y la envidia (los cargos públicos son ejercidos por todos alternativamente, en una democracia directa que superaba a la ateniense), viven de la caza y la pesca, adoran al Sol y a las estrellas. Mejor aún, disfrutan una promiscuidad absoluta de sexos, desconociendo la monogamia. Los hijos son criados por distintas madres con objeto de que las verdaderas acaben por no poder reconocerles…

Para colmo viven 150 años, al cabo de los cuales se acuestan sobre una determinada hierba que les proporciona una muerte feliz (!!!). Tienen ciertos animales cuya sangre les permite aglutinar las partes de un órgano mutilado, lo cual alivia bastante el sistema sanitario de la isla. Otros pájaros les sirven de montura, permitiéndoles volar –sueño antiquísimo griego que remontaba a los desafortunados Ícaro y Faetón.

Es tal la utopía que el pobre Iámbulo y su compañero son expulsados tras diez años de felicidad, por jugárseles de malas costumbres. Tras 4 meses de navegación llegan a la India, donde el amigo perece ahogado (un testigo menos, pensaréis los más cínicos) y Iámbulo llega a una aldea donde es rescatado.