jueves, 19 de febrero de 2009

Crononhotonthologos



De las increíbles minas de Libros Increíblemente Extraños que constituyen los manuales bibliográficos del bizarrísimo siglo XIX (edad de oro de la erudición inútil que vuelve a florecer en nuestras webs, del metafilter a este modesto blog) me gustaría resaltar la obra de Francis Henry Stauffer The queer, the quaint, the quizzical; a cabinet for the curious (1882).

En él encontramos apartados tan singulares como “Libros de título impronunciable” (incluyendo el " Crononhotonthologos, the most tragical tragedy that ever was tragedized by any company of tragedians" y la "Panzoologicomineralogia” de Robert Lowell), “la literatura carcelaria” (de Boecio, Grotius y Bunyan a Cervantes) o (tal vez os suene a algun@s) autores arruinados por sus obras (llevándose la palma Lord Kingsborough, cuyo libro-homenaje a Mexico, publicado en siete inmensos volumenes con un millar de ilustraciones le costó unos $300,000 de aquella, llevándole a la bancarrota y la muerte).

Aprendemos que la librería vegetal de Warsenstein constaba, alrededor de 1535, de libros hechos de distintas maderas, cada cual conteniendo la fruta, semillas y hojas de su árbol original. Quinientos años antes del diseño verde…

O que existió, antes de las vanguardias del pretencioso siglo XX, un libro absolutamente sin palabras. Se trata de una alegoría religiosa, basada en el simbolismo del color de las páginas, dos de las cuales son negras (simbolizando el corazón del hombre), dos púrpura (la redención crística), dos blancas (la purificación lavada en la sangre del Cordero) y dos de oro puro (la felicidad radiante de la felicidad eterna). Toma abstracción.

Caso singular también el de la “Biblia india” del pastor John Eliot, redactada en dialecto Natick en 1658 (¡) tras 8 años de ardua labor. Se imprimieron 100 copias, 20 de ellas para el rey Charles. Se trataría del único monumento (literario o demás) de los Natick.

Stauffer se divierte durante cientos de páginas con innumerables rarezas (como una “sentencia de muerte del Salvador”, firmada por Poncio Pilato y supuestamente encontrada en unas excavaciones napolitanas) e inconsecuencias literarias (como La novia de Abydos, de Byron, donde no hay ninguna novia), las eternas estupideces de los críticos y las obsesiones bibliomaníacas que constituyen una forma tan deliciosa de locura.

La lectura del propio Índice de la obra, de la primera pierna artificial a los gusanos librófagos se convierte así en uno de los más fascinantes documentos del surrealismo real.

No hay comentarios: