miércoles, 15 de octubre de 2008

El Arte de la Locura




Uno de los documentos más Extraños sobre la locura nos viene, una vez más, de la zumbadísima “fin-de-siècle” gala.

Se trata de Los Misterios del poder oculto. El Arte de hacer locos y locas desenmascarado por revelaciones sobre el origen de la locura; e historia de un loco contada por sí mismo del olvidado Henry Rollin (1896).

“Lo que se designa bajo el nombre de locura”, explica el autor, “no es simple y llanamante más que hipnotismo, y como somos todos hipnotizables somos igualmente susceptibles de volvernos locos (o locas)”, añade.

Acto seguido nos explica el procedimiento a seguir: “Para hipnotizar a alguien se le hace absorber, sin que se de cuenta, un producto diluido en sus alimentos o su bebida que no es sino un violento veneno. El producto es la castaña de la India [!], fruto que orna nuestros paseos públicos o privados y que, reducida en polvo, puede meterse en el pan antes de cocerse (…) mientras que en las bebidas se utiliza, creo, esencia o extracto de castaña”.

Pero la cosa no para ahí. Una vez hipnotizada la víctima, hay que llevársela a un asilo…
“En los asilos existen varias categorías de internos; hay los locos propiamente dicho, es decir los hipnotizados; también están los hipnotizadores, diseminados entre estos y encargados de sugerirles los actos y palabras constituyentes de la locura…”!!!

¿Os suena por casualidad a película de terror? ¿Tal vez al clásico del horror paranoide El Gabinete del Doctor Caligari? Pues no sé si Hans Janowitz y Carl Mayer se inspiraron en Rollin para su magnífico guión (lo cual sería todo un scoop para los cinéfagos del mundo mundial) o si lo hemos de achacar al turbulento Zeitgeist (“espíritu de época”, en cristiano) finisecular pero todo lo demás concuerda…

“La mayoría de los guardianes son igualmente lectores de pensamiento (!) e hipnotizadores, sugestionando ellos también a las desgraciadas víctimas, reprimendándoles luego por los mismos actos a los que las han abocado… Cuando un infeliz no sabe ya lo que hace y que ya no es necesario, para su locura, sugestionarle con frecuencia, se dice de él que “ya anda solito” [!!]. Es el término empleado por el gremio…”

Y, más caligaresco aún, el régimen onírico de Rollin:
“Los sueños tienen idéntico origen, los lectores de pensamiento fastidian a la gente durante el sueño, proporcionándonos telepáticamente sueños a cada cual más estúpidos, ya que se sueña con frecuencia con cosas que uno no ha visto jamás y que ni siquiera existen. Así pues no es la preocupación personal la que hace soñar, ya que en ese caso se soñaría con cosas naturales y sensatas; así que es una tercera persona (un manipulador de bolas [!!] macho o hembra como se llaman a sí mismos; comprended manipulador de cabezas) quien nos sugiere todos esos sueños y sin esos reptiles no soñaríamos jamás”…

Así que ya tenéis una estupenda excusa para volver a ver el Opus Magnum del expresionismo alemán (descargable ahora legal y gratuitamente en el Internet Archive) con otros ojos, como diría el propio Rollin…

Mi cabeza… Me da vueltas… Veo…

Veo…

lunes, 13 de octubre de 2008

Fenomenología del Báter


En El breviario de la mujer, prácticas secretas de la belleza, de la Condesa de Tramar (1903) leemos :

“Pese al profundo deseo de inmaterializarse, la naturaleza humana se ve forzada a confesar, en ciertas ocasiones, que debe someterse a exigencias asaz tiránicas e imprevistas y que debe renunciar a la apariencia poética de un cuerpo celeste, la soledad siéndole entonces indispensable (!!!).

La regularidad de estos hábitos meditativos (!) es una de las condiciones más serias de buena salud y por lo tanto de belleza; cuando la naturaleza se rebela contra el despejamiento (!!) la tez se vuelve terrosa, se produce un valo malestar, conmoviendo el organismo en todos sus engrenajes.

Hay que solicitar todos los días, a la misma hora, obtener el despejamiento necesario y forzar la mala voluntad a cesar su rebelión (!!);casi siempre el resultado es favorable al perseverar.

Hay que tomar, por lo demás, ciertas precauciones indispensables en ese retiro inviolable; las mujeres pueden contraer enfermedades dolorosas y la utilización de sillas, necesarias otrora debido a la ausencia casi total de los buen retiros (en español!) que el confort moderno prodiga, resultaba a menudo práctica.

La silla [se refiere a la chaise percée, con un agujero en medio] era personal, no se arriesgaba uno a sufrir el contacto de un predecesor pensativo (!) cuya distracción puede haberse manifestado bajo una forma cualquiera [!!].

Es pues lícito mostrar algunas reticencias nacidas de una delicadeza bien natural.
Las mujeres han de temer la neuralgia uterina que las amenaza por esa vía; viene a veces una impresión de aire fría que, aunque no llegue hasta la cara, no deja de ser engorrosa, creando un cruel malestar.

Finalmente, pese a lo interesante que puead resultar la lectura y la belleza que revelan los caracteres impresos, es peligroso y poco higiénico usar papel, y menos aún el impreso…”

Así se introducía la revolución del water-closet en las intimidades de la Belle Époque.

Son este tipo de lindezas lo que llevó a nuestro querido Pierre Louys a redactar su obscenísimo Manual de civilidad destinado a las niñas pequeñas.

La escatología preciosista de Mme de Tramar, por otra parte, nos recuerda la obsesión voyeurista por las heces de las Tramar modernas, las célebres dietólogas de reality show británicos… La obsesión por la salud sigue así siendo pretexto para los gustos más Extraños.

sábado, 11 de octubre de 2008

La locura de Jeschouabar


Los delirios del positivismo, en concreto en el terreno de la psicología, igualaron a veces en intensidad los de la teología escolástica.

Buena prueba de ello es el insólito tratado del Dr. Binet-Sanglé consagrado a La locura de Jesús, su hereditariedad, su constitución, su fisiología (1908).
En él descubrimos que “desde hace 1900 años la humanidad occidental vivie en un error de diagnóstico”. “Sin prejuicios”, se trata de “aplicar a Jeschouabar-Iossef (el Jesús de toda la vida!!) el método de las ciencias naturales y establecer en parte su observación clínica”.

Ahí va. “Nacido entre el Mediterranio y el lago de Tiberias, en medio de una provincia montañosa poco frecuentada, salvaje, país de buen vino en una época en la que el alcoolismo se abatía sobre la población judía, en un agujero perdido cuyos autóctonos eran el hazmerrreir de los urbanitas; hijo de un carpintero piadoso y de una devota, hermano de un asceta esmirriado y cochambroso que, sugestionado por él, se hizo jefe de secta y pagó su fanatismo con la vida; tío de un jefe de secta que vivió el mismo destino, tío abuelo de palurdos cuya ingenuidad e impotencia excitaron la piedad de los romanos, contando en su familia siete místicos sobre trece miembros; pequeño de talla y de poco peso, de constitución delicada, presentando una anorexia de larga duración y una crises de hematidrosis (!), muerto prematuramente en la cruz de un síncope de deglución facilitada por la existencia de una peluresis posiblemente de origen tuberculosa y localizada en el ventrículo izquierda; teniendo ideas de eunuquismo, edipismo y de amputación manual (será por lo aquello de la mano pecadora…), reveladores de deseos sexuales ardientes, incluso de perversión sexual; por lo demás impotente y esteril Jeschouabar-Iossef aparece como un degenerado físico y mental”…

La idea del desequilibrio mental de Jesús no era, empero, original. Se podría incluso decir que constituyó un mini-subgnéro psiquiátrico a finales del siglo XIX (cómo no!). Desde que Friedrich Strauss en su histórica Vida de Jesús, hubiera catalogado el “fanatismo de Jesús” como “próximo a la locura”, el argumento floreció. El cachondo Jules Gay comentaba en sus Mezclas satíricas (1877), “creerse Dios o cualquier otro ser extraordinario es un caso de locura muy común. Jesús era sin duda un loco de esa especie”. Oskar Holtzmann, en Fue Jesús un Extático? (suena más contundente, como siempre, en alemán: War Jesu Ekstatiker? Buen título para un tema techno, por cierto) respondía con la afirmativa (1903), sugiriendo que no tenía gran contacto con la realidad…

Un año después el danés Emil Rasmussen escribió Jesus, Un studio comparado de psicopatología, concluyendo que el individuo en cuestión era epiléptico, citando el petit mal (o yuyu, diríamos hoy) en Getsemanía y el grand mal con los mercaderes del Templo. Dr. George de Loosten en Jesucristo desde el punto de vista de un psiquiatra (1905) explica que su comportamiento bizarre venía de una mala herencia genética que hacía de él un “degenerado” con un “sistema halucinatorio fijo”.

Y ahí llegó nuestro Binet-Sangle con su citado diagnóstico, “demencia”, apoyándose en el Estudio clínico sobre el delirio religioso de un tal J.-M. Dupain y su noción de causada “paranoia religiosa”, identificando siete halucinaciones claras, dos de las cuales fueron puramente visuales, el resto siendo a la vez visuales y auditorio-verbales… Sus ideas serían retomadas por el neoyorquino Dr. William Hirsh dos años después Religión y Civilización—Conclusiones de un Psiquiata, añadiendo al diagnóstico la “megalomania, incesante e inconmesurable”: “Todo lo que sabemos sobre él coincide tan perfectamente con el cuadro clínico de la paranoia que es casi inconcevible que la gente pueda aún cuestionarse el diagnóstico”.

Tras un par de tratados más (tratando de mitigar la locura de Jesús, situándola en el contexto de las supersticiones de su tiempo), del alemán Dr. Albert Schweitzer y del Dr. Walter Bundy (La salud mental de Jesús, 1922) y un artículo con un título que bien podría anunciar un bailongo tema de Fatboy Slim (“Crazy Jesus” de E. Haldeman-Julius, 1925), el tema desapareció por completo del panorama psiquiátrico hasta nuestros días… ¿Se trata de una nueva conspiración vaticana? ¿Hemos de temer otro de Dan Brown?
Respecto a Binet-Sanglé, poca cosa sabemos, pero todo apunta a que pertenece a nuestra tribu Extraña. Libertario radical como sólo los había entonces escribió sobre “antropología sobrenormal” (!) y afirmó que “la virtud, en el sentido completo de la palabra, sólo se encuentra en las mujeres cuyo sistema nervioso genital no se ha desarrollado; es decir, en las degeneradas” (Le Haras humain, 1921) y que« el coito hace durar la vida », aduciendo la longevidad de los asnos sementales y el hecho de que « las solteronas no llegan a centenarias ».

Muy inquietante fue empero su afiliación al eugenismo finisecular. En 1919, tras la Primera Guerra escribió El arte de morir. Defensa y técnica del suicidio asistido. Allí afirmaba que “el infanticidio de los degenerados, el asesinato de los idiotas y de los melancólicos incurables (!) así como incentivar el suicidio de los malos procreadores son perfectamente racionales”…

“Si todos los medios de educación y profilaxia son impotentes para impedir que ciertos anormales y enfermos sean un peligro grave para la sociedad y su descendencia no habría que dudar en eliminarlos de modo ilimitado de la vida social (!), a condición que su segregación (!!) sea humana, científica, sin preocupaciones penales, inspirada ante todo con el deseo de curarlos (!!!)”. Así pues propuso la “creación de un Instituto de eutanasia donde los degenerados cansados de la vida (!!) serán anestesiados hasta la muerte con protóxido de azoto o gas hilarante”.

Sabemos así cual hubiera sido la suerte de Jeschouabar de haber caído entre las manos, no de Pilatos, sino de nuestro Doctor. La cámara de gas estaba ya a la vuelta de la esquina…

miércoles, 8 de octubre de 2008

Mangogul



Dentro de las joyas Increíblemente Extrañas de la literatura libertina de la Ilustración destaca una obra atípica del celebérrimo Filósofo Denis Diderot. Se trata de su primera novela, Las Joyas indiscretas, publicada anónimamente en 1748.

En ella un sultan, Mangogul del Congo –grotesco trasunto del monarca galo Luís XV y juego con “Comeculos”- se aburre escuchando la crónica escandalosa de los folleteos de la capital que le hace su favorita Mirzoza, práctica que el propio Luís gozaba, obligando a sus sabuesos a hacer de paparazzis avant-la-lettre y deleitándose con los cotilleos más escabrosos (especialmente los provenientes de los innumerables burdeles parisinos) antes de pasar a su harén personal, el célebre Parque de los Ciervos donde su favorita, la Pompadour, le aprovisionaba en jóvenes vestales...

Para animar a su soberano, Mirzoza le dice que vaya a consultar al genio Cucufa (era la moda de los genios desde que Galland publicara las 1001 noches), el cual le tiende un anillo mágico que hace hablar a los coños (las “joyas” del título)… La idea venía de antiguo, ya que uno de los más famosos (y extraños) “fabliaux” medievales era el del Caballero que hizo hablar a los coños. El propio conde de Caylus, muy libertino él, la había retomado en una historieta un año atrás, Nocrion, conte allobroge (anagrama invertido de “coño negro”). En ella el rey de los Alógrobos, Guigne VI, se bañaba en una fuente curativa mientras le contaban historias como la del “hombre que hacía hablar a los xxx y a los xxx” (los asteriscos eran entonces lo que nuestros biiiips audiovisuales), no reduciéndose así pues a los xxx femeninos…

Caylus era un especialista en fabliaux pero también enemigo jurado de Diderot, el cual, por todo epitafio, le dedicó: “la muerte nos ha librado del más cruel de los amateurs”, título ostentado por el fiambre en la Academia (la mezquineria en el mundillo, como veis, viene de largo).

El caso es que ahí se va Mangogul por los salones mundanos de Banza, su capital (reflejo de los parisinos según el topos de Montesquieu en las Cartas Persas), haciendo hablar a los coños de las cortesanas. Sorprendidos, los científicos saludan en el prodigio un logro de la Razón (!) mientras los sacerdotes ven en ello la mano de la Providencia y los negociantes venden mordazas vaginales (las cuales, empero, no resisten al anillo).

Buen pretexto para conocer los entresijos de la formidable sociedad libertina (que haría palidecer a la supuesta revolución sexual del pasado siglo), entre sátiras más coñazo de temas de la época (la reforma teatral, etc) y digresiones filosóficas sobre la naturaleza del alma o las ciencias experimentales…

Así aprendemos que Haria se acuesta con sus perros tan a menudo como con sus amantes, obligando a estos a compartir lecho con aquellos (v. supra). Fricamone sólo se deleita con mujeres. El sexo de Cypria, hablando en inglés (pues el anillo es políglota, como convenía a la alta sociedad cosmopolita de entonces), refiere cómo

“un rico señor me llegó a Londres. Qué hombre! Me penetraba seis veces de día y otras tanto de noche. Su polla soltaba chispas como las de un cometa: nunca sentí trances tan fulgurantes y desgarradores. Pero un mortal no puede aguantar mucho tiempo ese ritmo: fue bajando poco a poco y recibí su alma que se le fue por su sexo”…

Cypria es luego percutada por dos marineros al unísono, por un conde alemán adepto del 69, por cortesanas italianes que la introducen a la polisexualidad… El viejo cortesano Sélim se anima con tanta verborrea vaginal y cuenta sus propias aventuras, refiriendo la tradición de una de esas deliciosas islas imaginarias del XVIII donde se somete a toda pareja al test del termómetro para ver si sus miembros encajan o no…

Pero tal vez lo más extraño de todo esto es que la ciencia de la época digresaba también por esas lindes. Así en la traducción francesa de la Anatomía de Heister (1724), el autor dedica un extenso párrafo al “ruido que se oye a veces proveniente de las partes genitales de la mujer durante el coito (…) similar a los vientos que se sueltan por el ano”, rumor que podría constituir un proto-lenguaje para aquel que, como Mangogul o Guigne, tuviera el don de descifrarlo…

La idea de los sexos parlantes volvería dos siglos después en un clásico del primer porno, Le sexe qui parle (1975) de Claude Mulot (título inglés, más famoso, Pussy Talk) donde la bella Joelle (Penélope Lamour, eso sí que eran nombres artísticos!), joven publicista felizmente casada, descubre que su vagina posee la facultad de hablar. Y lo que le cuenta es la grave insatisfacción sexual que padece, pese a que ella afirme lo contrario. La indiscreta vagina comienza a hablar en público, provocando el interés de los medios de comunicación (en una hilarante escena, es entrevistada en directo). Eric, el marido, descubre a su vez que tras la cándida inocencia de su parienta se oculta una mujer con un turbulento pasado sexual.

Ilustrando a modo alegórico la ética del 68, la brutal franqueza de un utópico sexo parlante derriba una vez más, como lo hicieran las joyas de Diderot, la profunda hipocresía de la clase dominante…

lunes, 6 de octubre de 2008

Dr Voronoff II



Voronoff fue, como anunciábamos, el modelo para el Profesor Preobrazhensky (transfiguración, en ruso) de Mijail Bulgakov en su Extraño Corazón de Perro. Sátira ácida del Nuevo Hombre soviético, sólo pudo ser escrita durante el paréntesis dorado (comparado con las purgas que iban a seguir) de la NEP, equivalente soviet (salvando las distancias) de los locos años 20.

El Profesor chiflado en cuestión implanta testículos humanos y una pituitaria (provenientes de un borrachuzo llamado Chugunkin, parodia velada del nuevo líder Stalin- stal es acero y chugun es hierro) en un perro abandonado, el inolvidable Sharik. A raíz del xenotransplante, Sharif se va humanizando –al contrario del profesor Presbury pero a semejanza del mono kafkiano de Informe para una Academia, su contemporáneo. Tanto es así que adopta el nombre Poligraf Poligrafovich Sharikov (pulla del autor contra los plumíferos que le estaban amargando la existencia), encontrando curro en el Departamento de Limpieza de Moscú, responsable de la eliminación de cuadrúpedos errantes, venganza sobre sus antiguos rivales giróvagos (y doble ironía del ajuste de cuentas de Mijail)

La obra tuvo que esperar 60 años para ser publicada oficialmente en ruso, tras una existencia larvada en los samizdats. La sátira de la utopía soviética de transformar a la humanidad (contemporánea, no lo olvidemos, del eugenismo nazi que substituyó los enemigos de clase por los raciales), prefiguración de las teorías de Lysenko sobre el homo sovieticus, se mezclaba con la crítica desopilante de un sistema donde un perro puede terminar convertido en burócrata. Todo ello, como su genial correlato en la obra maestra de Bulgakov, El Maestro y Margarita, resultaba inasimilable para un régimen cada vez más totalitario.

Como el Maestro, la historia de Sharik (que algo le debe a nuestro cervantino Coloquio de los perros) recibe ahora estatuto de culto en Rusia, tras triunfar en la ópera (El asesinato del Camarada Sharik de William Bergsma, 1973), y el cine (de "Cuore di cane" con el siempre estupendo Max Von Sydow como trasunto voroffiano a la rusa Sobachye Serdtse del 88, filmada desde el punto de vista del perro por Vladimir Bortko).

Pero las andanzas de Voronoff no pararon ahí. Tratando de ampliar su clientela, el ya millonario doctor se puso a transplantar ovarios de mono en las mujeres. Y al revés (!!). Transplantó ovarios humanos en hembras simias, inseminándolas luego con esperma humano. Tal rayadura, ya plenamente cercana al Dr. Moreau de H. G. Wells, causó tremenda sensación, propiciando una inencontrable novela del olvidado hidrópata (algún día os hablaremos de tan ilustre cofradía) Félicien Champsaur, Nora, la guenon devenue femme (la mona hecha mujer).

Obra de ciencia ficción totalmente finisecular (los escritores fin de siècle lo fueron hasta la muerte, arrastrando sus neuras por la primera mitad del siglo XX), Nora narra la historia de una xenotransformación dirigida por el mismísimo Voronoff (¿cómo le habrá sentado tal dudosa publicidad?) por la cual una mona se convierte en estrella del music-hall. Se trataba sin duda de una caricatura racista (el paralelismo entre los monos y los negros era una constante del discurso racial eurocéntrico) de la célebre Joséphine Baker, icono de los años 20 y abanderada de la « negrofilia » de las nuevas élites que iba del neo-primitivismo cubista hasta las estatuillas del Art Déco. Sin embargo la obra termina exaltando los instintos, en especial “el amor sin freno ni ley”, contra las convenciones supuestamente civilizadas, lo cual aproxima a Champsaur de los jóvenes surrealistas que por entonces empezaban a pulular por los baretos y burdeles de Montparnasse.
Y, como no, el tema de la mujer-simia es también la ocasión de jugar con fantasías bestialistas, animalizando esta vez a la hembra frente a obras ya aludidas como Gamiani de Musset o La novela de un mono de Charpentier…

"En la depilación del cuerpo de la mona, los médicos habían formado un triángulo, de un ébano sedoso y Nora, divertida, lo acariciaba dulcemente, curbándose cada vez más para no perder detalle alguno de las voluptuosas contracciones de aquella orquidea. De repente sintió dos manos acariciantes tomándola por los flancos mientras un soplo ardiente le quemaba la nuca (…). El bramido de placer de los orangutanes rugíó en su garganta y se sintió penetrada hasta lo más profundo de su ser…”

El que así penetra a la estrella del « ballet negro » es Narciso, él también orangután hominizado… Otros capítulos incluyen, como el llamado Orgía de mujeres, alegres festividades tribádicas –tan de moda en los años 20- interrumpidas por la intrusión del celoso orangutánido, o el violento ataque a Anatole France en ocasión de su muerte (sólo superado por el célebre manifiesto de los surrealistas que lo ponía a caer de un burro), provocada, según Champsaur, por un injerto fallido de testículos. Mientras France se va al hoyo Narciso canta La Internacional, final inesperado para una obra cuanto menos singular.

Champsaur sigue siendo uno de esos prolíficos escritores de aquella increíble época totalmente olvidado pese a títulos tan geniales como Los jodidos de la vida, Noche de fiesta, El sembrador de amor, Orgía latina, El combate de los sexos y sobre todo Matar a los Viejos! Gozar! que en su día pasaban de los 100 mil ejemplares (¿quién cojones se atrevería no ya a publicar sino a escribir eso en nuestros días fuera de los webzines más bizarros?) .

Así mismo los experimentos del Voronoff “real” fueron cayendo en desgracia tras la resaca del krach. Todo un sistema de vida (golfa) se venía abajo, y con él las Glándulas de Mono, en cocktail o en especie…

La comunidad científica fue crecientemente escéptica. Se acusó al excéntrico millonario de charlatanismo, próximo a “los métodos de las brujas y los magos” según el cirujano británico Kenneth Walker. El descubrimiento de la testosterona tampoco avaló sus teorías. Cuando murió el 3 de septiembre de 1951 en Lausanne, casi ningún periódico incluyó su obituario.

Mayor oprobio cayó aún sobre su nombre cuando, a mediados de los años 1990, algunos investigadores relacionaron las experiencias voroffianas de xenotransplantes con la transmisión del virus de inmunodeficiencia simia a los humanos… haciendo del extraño Doctor uno de los causantes de la terrible enfermedad que nos asola…
Siniestro epitafio para nuestro sabio loco de serie B…

viernes, 3 de octubre de 2008

Dr. Voronoff



A petición de mi mujer (¿Qué no haríamos por ellas?) os hablaré hoy del extrañísimo Dr. Voronoff, célebre (pese a lo hoy olvidada) figura de los Locos Años 20 cuyo impacto en la historia literaria ha sido injustamente obviada.

Serge Abrahamovitch Voronoff era un cirujano francés de origen ruso fascinado por los transplantes y más concretamente, la xenotransplantación introducida por el Dr. C-E. Brown-Séquard. Tanto es así que en 1889, ni corto ni perezoso (tenía entonces 23 añitos), Voronoff se injectó subcutáneamente extractos de testículos de perros y cobayas. Infructuosamente. Por el momento.

Entre 1896 y 1910 estudió en Egipto los efectos rejuvenecedores de la castración en los eunucos (!). Empezábamos bien. Pensó entonces que los transplantes de glándulas serían más eficaces. Entre 1917 y1926, realizó más de 500 transplantes de testículos de jóvenes ovejas y cabras en especimenes más ancianos, logrando (según él) efectos rejuvenecedores que describe en el extraño Les Sources de la Vie.

Listo ya para dar el gran salto comenzó a transplantar testículos de criminales ajusticiados a pacientes millonarios pero, ante la abrumadora demanda, se pasó a los cojones de mono.

El primer transplante oficial de la “glándula simia” en un humano ocurrió el 12 de junio de 1920. Pequeñas tiras de testículos de chimpancés fueron implantados en el escroto del paciente. En 1923, el Congreso Internacional de Cirujanos de Londres celebraba el éxito de la experiencia del Dr. Voronoff…

Entre los efectos, descritos detalladamente en su opúsculo Etude sur la Vieillesse et la Rajeunissement par la Greffe (1926), más allá del meramente erectil (precedente de nuestro Viagra), se contaban el incremento de la memoria, de la capacidad laboral, la pérdida de la miopía (!), el tratamiento de la demencia precoz (!!) y el prolongamiento de la vida. La ilustración de arriba nos muestra lo infalible del método…

A finales de la década más de 500 hombres habían sido tratados en Francia y miles más alrededor del globo, en multitudinarias tournées (aún no existían las estrellas del rock). El Doctor creó su propio “Macacario” destinado a la reproducción de especimenes en la Riviera Italiana, empleando a un antiguo domador circense. La “crème de la crème” se precipitaba a por los milagrosos testículos, enriqueciendo de modo fabuloso (a lo Gatsby) al Doctor, envuelto en una nube de chóferes, mayordomos, sirvientes, secretarias y amantes.

El tratamiento de la “glándula simia” causó furor en la cultura popular de los cachondos años 20. Aparecieron curiosos ceniceros donde monos reticentes cubrían sus partes exclamando: “No, Voronoff, no me pillarás!”. Las fiestas privadas se plagaron de adeptos cuchicheando las virtudes de la glándula, llevando al avezado Harry MacElhone, propietario del famoso Harry's New York Bar en París a bautizar a su nuevo cocktail “La glándula de Mono”.

Inciso para los curiosos que quieran impresionar al personal en el próximo guateque: ginebra, zumo de naranja, granadina y absenta (!). No hay efectos secundarios conocidos. El primero que lo pruebe que escriba a estas páginas...

Irving Berlin se marcó una canción destinada al éxito, "Monkey-Doodle-Doo", que fue integrada (¿cómo no?) en un film algo olvidado de los Hermanos Marx, Los Cuatro Cocos. No podemos resistir el transcribirla. Para los que la quieran ver y oir en la versión Marx, id aquí.

“Oh, a little monkey playing on his one key
Gives them all the cue
To do the Monkey Doodle Doo

Let me take you by the hand
Over to the jungle band
If you're too old for dancing
Get yourself a monkey gland
And then let's

Go, my little dearie, there's the Darwin theory
Telling me and you
To do the Monkey Doodle Doo…”

En Brasil, tras una sonada visita donde el Doctor injertó a buena parte de la élite tropical, tuvo tambien un importante eco musical, al inspirar una de las primeras sambas del genial Noel Rosa, Minha Viola. El experimento falla, pues la virilidad orangutanesca se trueca en maullidos gatunos…

“Eu tive um sogro cansado dos rega-bofe
Que procurou o Voronoff, douto muito creditado
E andam dizendo que o enxerto foi de gato
Pois ele pula de quatro, miando pelos telhados...”

El propio poeta E. E. Cummings inmortalizó el tema del “famoso doctor que injerta glándulas de mono en millonarios” (más sonoro en inglés, claro: “monkeyglands in millionaires", hubiera sido un buen título de pulp, si es que no existe ya).

La historia del extraño Doctor no podía menos que atraer a los amantes de lo Bizarro (magnífico adjetivo que no poseemos plenamente, por desgracia, en castellano; hay que meterlo, y ya, en nuestro léxico).
Conan Doyle se inspiró en el experimento de Voronoff para su “Aventura del Hombre que Trepaba” (aunque en inglés Creeping Man puede también aludir a su degeneración, con connotaciones que van de lo siniestro a lo vagamente cerdo). El tardío relato (es de 1923) acerca el universo sherlockiano a la otra rama practicada por el Dr. Doyle, la ciencia-ficción, con la patética historia de un anciano enamorado, el Professor Presbury, que trata de recuperar el vigor y la energía perdidos, aún a riesgo de violar las leyes de la naturaleza.

Varios extraños incidentes se suceden: el profesor desaparece por las noches, a veces durante temporadas enteras (la familia se entera que ha estado por Praga… en una época en que aún no existían los low costs, recordemos). Su fiel cachorro no le reconoce, incluso trata de morderle. Las reacciones del profesor cambian, siendo cada vez más inquietantes. Así, a veces se dedica a arrastrarse a cuatro patas por el lujoso hall de su mansión… y su hija Edith lo ve trepando por la ventana de su dormitorio a altas horas de la madrugada… (Me encantan estos profesores degenerativos, hijos bastardos del Dr. Jekyll. No puedo sino imaginármelos en fotogramas algo descoloridos de la Hammer…).

Una carta llega de Praga, de un tal Dorak, un zíngaro (cómo no) que tiene una extraña tienda de ultramarinos (SÍ!!!). Holmes, as usual, reúne todas las piezas del rompecabezas y descubre que el Profesor se droga (como el propio Holmes o el otro Doctor de los 20, Sigmund Freud), exactamente cada nueve días, suministrado por el correo de Dorak. Luego trepa y hace esas cosas raras. ¿O deberíamos decir… simiescas?
La droga resulta ser extracto de langures (quizás el híbrido Trachypithecus johnii) que no sólo han revitalizado al profesor sino que le han transmitido algunas propiedades del animal… Elemental, queridos (aunque de sobra sabéis que Holmes nunca dijo eso bajo la pluma de Doyle…).

Pero la obra voroffiana más célebre es sin duda Corazón de Perro de M. Bulgakov, publicada dos años después del Trepador.

Os hablaremos de ella en breve.

jueves, 2 de octubre de 2008

Atalanta Fugiens



Retomamos el hilo de nuestra Heteropedia con una sugerencia de nuestro ínclito amigo Chema (podéis pasar a visitarle a la estupenda galería Estiarte, http://www.estiarte.com/), la Increíblemente Extraña Atalanta Fugiens de Michael Maier (1617). Maier fue el misterioso médico privado del iniciático (y también algo zumbado) emperador Rodolfo II, la sombra que ronda sobre Praga en las obras de nuestro querido Meyrink. Rodolfo, como es bien sabido, había contraído la fiebre esotérica durante su infancia en la corte española y se encerró en cuanto pudo en su castillo, dejando la guerra contra los Turcos a sus ministros y dedicándose a buscar la piedra filosofal rodeado de gente variopinta como el célebre John Dee, Thaddeüs de Hayec, Martin Ruland o el propio Maier, todos ellos, como se decía en su jerga, “espagíricos”…


En aquella época, lo de ser médico era un cajón de sastre ya que cabía desde la más pura charlatanería (aderezada con algo de sadismo) hasta el interés por las nacientes ciencias experimentales, tan conectadas con la milenaria alquimia. Maier se situaba en la vertiente más esotérica, siendo Gran Mestre de la escurridiza y ubicua Fraternidad de los Rosacruces (sí, esos que pululan por todas esas webs conspirativas del ciberespacio, acusados de todo lo acaecido y por ocurrir, desde el 11 S hasta la omnípoda Crisis presente).


Epopeya hermética de una figura mitológica algo olvidadilla, la hija del rey de Sciros, la Atalanta Fugiens es la obra más conocida de las 25 publicadas por nuestro Rosacruz. Se presenta como un libro de emblemas clásico, con una serie de 50 epigramas acompañando magníficos y enigmáticos grabados. A los epigramas se añaden sesudos “discursos” algo delirantes donde se mezclan mitología, fabulaciones, consideraciones filosóficas, médicas, mineralógicas, éticas y “científicas” (??)… Un detalle original se desmarca, empero, de la tradición: cada emblema va acompañado de un canon musical correspondiente, ilustrando las teorías neo-pitagóricas sobre la armonía cósmica de los sonidos y constituyendo uno de los primeros libros multimedia, ahora tan de moda…


Inspirábase Meier en los jeroglíficos egipcios, entonces ya tan de moda, considerados como figuraciones secretas del Arte (designación habitual de la Alquimia) transmitidas por el propio Thot (asociado al Hermes griego según una vieja tradición) a los sacerdotes de las pirámides. Asimismo trataba de desvelar secretos alquímicos en las gestas de los dioses del Olimpo, precediendo el también Extrañísimo estudio de Dom Pernety Fables Égyptiennes et Grecques, del que tal vez hablemos algún día.


Viene así explicada la referencia a Atalanta, la cual corría siempre por delante de sus libidinosos pretendientes (todo un deporte nacional en la Grecia antigua, a juzgar por su calenturienta mitología) hasta que un buen día Hipómenes, el muy listo, le lanzó tres manzanas de oro que Venus le había bajado del jardín de las Hespérides. Perdida por su curiosidad, Atalanta se agachó para recogerlas y perdió así su carrera y su virginidad… en una postura un tanto animalesca que os recordará aquello de “mirando a Cuenca” o, a los más sesudos, la célebre y divertida escena de primiti-porno en La guerra del fuego (por cierto, el mito no dice si la penetración fue vaginal o… bueno, bueno, no divagemos como el propio Meier)[1]. La interpretación del Rosacruz es que la edificante historieta se refiere en realidad al mercurio (!!), metal que huye y no puede ser solidificado más que por el azufre… Y así en adelante.

Por lo demás la advertencia de Meier antes de penetrar en su extraño Libro Total se podría extender a toda obra genuina e Increíblemente Extraña…

"Es razonar como niños el pensar que no hay nada en el mundo que sea diferente a lo que vemos a nuestro alrededor. Doblemente infantil es creer que lo que no oímos, lo que no concebimos, lo que no nos es posible imaginar no pueda ser oído, concebido e imaginado por nadie; y concluir, porque una infinidad de ignorantes y de gente cúpida fracasó en el estudio de la filosofía hermética, que lo que ésta promete es puramente quimérico e imaginario es el colmo de la presunción y de la extravagancia…”

Añadamos que las músicas Extrañas de la Atalanta fueron ejecutadas por primera vez en 1935, por el musicólogo F. H. Sawyer de la universidad de St Andrews, en forma de fuga para tres voces (la de Atalanta, Hipómeno y Pomonio). Por desgracia no nos ha sido dado escuchar tal iniciática música, digna de ser rescatada para los adeptos del chill out más New Age…



[1] Podéis ver la escena en la parte de abajo del frontiscipio: el dibujante –supuestamente un tal Johann Theodor de Bry (no como el queso)- ha optado por hacer agacharse dignamente a la niña, presentando luego un discreto coito frontal en un pequeño y bucólico templete, evitando así lo chocante de la “cogida”…