sábado, 19 de julio de 2008
Vacaciones
Nuestro blog cierra sus puertas por vacaciones.
Estaremos de vuelta en septiembre con más insanias literarias, tratados teratológicos, distopías frenéticas y delirantes cosmogonías.
De aquí a entonces os deseamos unas
Felices y
Extrañas Vacaciones!!
Leed Extraño,
Sed Extrañ@s...
miércoles, 16 de julio de 2008
El Ente Dilucidado
Tal vez uno de los Libros más Increíblemente Extraños de nuestras Letras sea el mamotreto del capuchino "docto y virtuoso" fray Antonio de Fuentelapeña, publicado en Madrid en el Año de gracia de 1676 bajo el título El ente dilucidado (Tratado de monstruos y fantasmas).
En esta obra ya mítica del underground heterodoxo patrio desde su reedición en la inolvidable colección "Biblioteca de Visionarios, Heterodoxos y Marginados", el padre se compromete a tratar la “Question unica [sic], en que se prueba que hay Animales invisibles y que por la mayor parte lo sean los que se llaman Duentes, Trasgos y Phantasmas”…
Como escribe nuestro Extrañólogo Magno Julio Caro Baroja, “el libro está escrito con arreglo a la más rancia de las escolásticas, con instancias y objeciones divididas en secciones divididas en secciones diferentes, subsecciones y dudas, que constituyen hasta 1836 artículos [!]. Se refleja en él una curiosidad morbosa por cuestiones sexuales, sobre todo en la segunda sección, donde Fuentelapeña habla con visible gusto, y sin tener que decir nada de provecho, del sexo en sí, de la causa sexual de los monstruos, de los hermafroditas, de los partos monstruosos y de otros extremos poco agradables de mencionar”[1]. Fascinación que nos recuerda nuestros Coitos Extraños y demás sexologías eclesiásticas…
El libro es, en efecto, un compendio exhaustivo de la “question unica” duendológica, gracias al cual descubrimos, por ejemplo, cuales son los distintos nombres de los duendes, que son animales corpóreos y no ángeles ni almas separadas, que aparecen en las partes deshabitadas de las casas debido a que se producen por la corrupción de las cosas, que son vistos por algunas personas y por otras no y que se elevan por los aires en forma de monjes (de ahí esos Caprichos de Goya con frailes volantes… ya sabéis qué comentar ahora que vuelve nuestro Pintor Extraño a los mass-media).
Vean sino la definición final de esos “entes dilucidados”:
“1620. Sea nuestra conclusión. Duende no es otra cosa que un animal invisible, secundum quid o casi invisible, trasteador”!!!
¡¡Y sigue!!
“Esta definición parece ser buena, y verdadera; verdadera por todo lo que queda dicho en este libro; y buen aporque observa puntualmente las leyes de tal, porque esta definición consta de género, y género inmediato que es la palabra animal en que tiene la razón de convenir con todos los demás animales. Consta también de la última diferencia, que es trasteador casi invisible, pues por la palabra casi invisible se diferencia de los animales trasteadores, que son visibles absolutamente, como son las moscas, gatos, las urracas y otros, y por la palabra trasteador, se diferencia de los animales casi invisibles, que de ningún modo trastean, como el ácaro, el arador, y otros”….
!!!!!!!
Más Extraño si cabe, como señala F. J. F. Arroyuelo, es que “la obra del padre Fuentelapeña no fue motivo de escándalo y menos de risa; pues hasta mereció la anteción suficiente para que un prolífero autor hoy bien olvidado se permitiese escribir una réplica, “Responde al libro del Ente dilucidado, discurso único novísimo, que muestra que ay en naturaleza animales y irracionales invisibles”… del que, si sois buen@s os hablaremos algún día…
Por lo pronto propongo que se cree, de urgencia, un Centro de Estudios Fuentelapeñenses, a la retro-vanguardia de la Ufodavincibrownología Mundial…
Ahí queda.
[1] Algunos mitos españoles, Madrid, 1944
domingo, 13 de julio de 2008
Gamiani
Proseguimos la extensa serie de simios lúbricos literarios prometida en nuestro primer mensaje de Bienvenida y ya evocada en la patética figura de Golo
Nos referimos al anónimo Gamiani, o Dos Noches de Exceso, atribuido al polifacético Alfred de Musset.
Muchos críticos oponen la melancolía burguesa del Romanticismo a las alegres correrías del libertinaje del XVIII, insistiendo en el auténtico bajón que representó el culto del sentimentalismo de las jóvenes generaciones frente a la apología del desfase de sus ancestros. Algo así como la Cruzada moral que ha seguido al desparrame de los sixties y seventies del pasado siglo.
Pero el Romanticismo también tuvo sus descontroles pornográficos y Gamiani es buena prueba de ello, sin duda la más patente.
La singular obra se hace eco de las correrías prostibularias del propio Musset (quien insistió en aparearse con una “trabajadora del sexo” delante de sus amigos Mérimée- el de Carmen- y Delacroix –el de la Marianne) y de los de su joven amante, barona Dudevant, más conocida como George Sand, bisexual notoria (hasta tal punto que Alfred de Vigny, otro romántico, temía que la Sand le levantara a su amante, la actriz Marie Dorval).
Alcide se introduce en la cama de las tríabadas Gamiani y Fanny donde, entre coito y coito, postura y postura, se van contando cochinadas. Gamiani evoca sus flagelaciones a manos de los franciscanos, Fanny sus compulsivos onanismos infantiles.
Llegan entonces Médor, el perro vicioso y Julie, la perversa y complaciente criada armada de un “gigantesco consolador repleto de leche caliente”. Se monta, valga la expresión, la de Dios es Cristo. Acaba la primera noche.
La segunda nos lleva a nuestro tema, pues se nos cuenta la historia de Santa, superior de las hermanas de la Redención, desflorada por un orangután.
Sí, han leído bien.
“Cavilando a más y mejor, cayó en la cuenta la ninfómana de que, entre todos los animales, es el mono el que más parecido tiene con el hombre. Precisamente poseía su padre un magnífico orangután. Corrió anhelante a verlo y a estudiarlo y, como se pasase un largo rato examinándolo, el animal, excitado sin duda por la presencia de la muchacha, acabó por mostrarse en la más tentadora y deslumbrante masculinidad. Al fin topaba Santa con lo que cada día buscaba, con lo que era su sueño cada noche. Se le aparecía el ideal, vivo y tangible. Para colmo de dicha, el inestimable tesoro se erguía más firme, más enhiesto y pujante de cuanto ella pudiera ambicionar. Los ojos del orangután la devoraban. El animal se adelantó, se agarró a los barrotes de la jaula y se estremeció con tal ímpetu y tal arte que al fin Santa supo lo que hacía. Arrebatada por su afán, separó un hierro con increíble fuerza y dejó libre el espacio preciso para que la rijosa bestia se aprovechase a su gusto y antojo. Ocho buenas pulgadas, acaso más que menos, se mostraron, potentes y encendidas.…”
Corramos un tupido velo sobre la “orangutanación” (sic) que sigue, que tod@s podéis imaginar. Lo irónico, claro está, es que Santa, descubierta, será enviada a un convento que en realidad (como en todas las novelas libertinas) es un paraíso del sexo, y más en concreto del animalismo pues, imitando las damas romanas de las Saturnales, las hermanas han adiestrado un asno fenomenalmente membrado para iniciarse, en coro, a los misterios de la carne…
Al final de la noche Gamiani hace beber a su amante Fanny un “elixir de vida” que en realidad es un veneno letal. Gamiani apura lo que queda y ambas mueren en un último abrazo, exceso último del más allá del placer…
El porno romántico había nacido.
Y, más discretamente, todo un subgénero Increíblemente Extraño se anunciaba ya[1], cargado de futuro…
¡Gorilas en celo!
[1] Al punto retomado por un oscuro texto de Flaubert, Quidquid volueris, retrato de un amantísimo primate.
viernes, 11 de julio de 2008
Le Sieur Bouvet
Viendo que os interesa el tema brujeril, fuente inagotable de Libros Increíblemente Extraños, evocaré uno de los manuales técnicos de tortura más célebres del ocaso de la Caza de Brujas, “tal vez el más inhumanamente humano de todos los manuales destinados a los jueces seglares” (R. H. Robbins).
Se trata de las Manières admirables pour decouvrir toutes sortes de crimes et de sortilèges (Paris: I. de la Caille 1659, 342 pp. in 8°) de Le Sieur Bouvet, prevoste general del ejército francés en Italia. El tal Bouvet fue un minucioso casuista del dolor, entrando en sutiles detalles como el modo de torturar a un prisionero sufriente de sífilis o cuándo exactamente los “pacientes” deben gritar de dolor (señal de que el “tratamiento” está siendo debidamente aplicado).
En caso de que alguien aguante el dolor, tenemos el ingenioso capítulo 20, “Qué debe hacerse si el prisionero es sospechoso de usar encantamientos para resistir la tortura”. Pues bien, debe ser desnudado. Cada parte de su cuerpo debe ser escudriñada, especialmente la nariz, las orejas, las partes pudendas, las heridas y eccemas, buscando diminutos trozos de pergamino o piel vieja que encubrieran algo de cera grabada con inscripciones. Si no se encuentra nada hay que quemar el cabello, la barba y el pelo púbico, ya que ahí es donde se esconden prioritariamente los demonios “familiares”.
Si aún no se encuentra nada quiere sin duda decir que el prisionero lo ha tragado. Debe ser aplicado un emético para causar la evacuación del encantamiento. La mayor parte de las veces es en ese momento cuando se confiesan todos los sortilegios efectuados...
En ningún momento el erudito Bouvet piensa en un pequeño “detalle”: que alguien pueda resistir a la tortura por pura fuerza física y mental. Todo prisionero que aguante el dolor está protegido por la magia. De ahí la necesidad del tratamiento citado.
Tal era la lógica impecable de la persecución quimérica (pero terriblemente "concreta") de esas entidades imaginarias llamadas “brujas”.
jueves, 10 de julio de 2008
Niño gusano
Ayer moría Sergio Algora, poeta hetedoroxo y líder de uno de los grupos
más entrañables e Increíblemente Extraños de aquel espejismo que fue
el indie pop cañí.
Tal vez uno de sus himnos resuene hoy con nuevos ecos.
Valga a modo de requiem este Ángel Guardia.
Del sombrero de copa salí,
a ese lugar yo quiero ir a vivir,
¿no ves que allí no necesito mapas?
Todas las palabras olvidé,
en estuches a medida los guardé,
se habla mejor con la boca cerrada.
Tráteme de usted,
soy mucho mejor que vos.
Tráteme de usted,
soy mucho mejor que vos.
Iré hasta las puertas del borrador,
el señor Tragalotodo me abrirá,
no habrá visitas en tu nueva casa.
Tráteme de usted,
soy mucho mejor que vos (4)
Y la mujer policía
me acompañará a mi domicilio ideal.
Y mi ángel guardia será el truco definitivo
para pasar un año sin parar de reír.
¡Qué bien sabe no existir!
Del sombrero de copa salí,
a ese lugar yo quiero ir a vivir,
¿no ves que allí no necesito mapas?
Tráteme de usted,
soy mucho mejor que vos (4)
Y la mujer policía
me acompañará a mi domicilio ideal.
Y mi ángel guardia será el truco definitivo
para pasar un año sin parar de reír.
¡Qué bien sabe no existir!
Y la familia de mi familia
invitará al hijo suplente a cenar.
Y mi ángel guardia quemará todas las pruebas
que demuestren que un día estuve allí.
¡Qué bien sabe no existir!
Y mi ángel guardia será el truco definitivo
para pasar un año sin parar de reír.
¡Qué bien sabe no existir!
Sin parar de reír.
¡Qué bien sabe no existir!
Sin parar de reír.
¡Qué bien sabe no existir!
miércoles, 9 de julio de 2008
Necronomicón
A petición popular os hablaremos hoy de uno de los mayores mitos literarios de todos los tiempos. El celebérrimo Necronomicón pertenece de hecho a una de nuestras Categorías Extrañas predilectas, la de los Libros Ficticios.
La primera mención del “libro relativo a las leyes de los muertos” (nekros nomos eikon), aparece en la historia de Lovecraft El Sabueso (1922)[1], aunque el supuesto autor, el “Árabe loco Abdul Alhazred ya había aparecido en La Ciudad sin Nombre un año atrás. Se nos dice que la obra contiene una relación de los Primigenios, su historia y los medios para conjurarlos.
Lovecraft afirmó que el título le vino en sueños, tal vez influenciado por el Increíblemente Extraño Rey de Amarillo de R. W. Chambers[2]. El tema del libro ficticio era ya un topos de la literatura gótica desde los primeros tiempos (véanse los libros misteriosamente abandonados en decrépitas bibliotecas de los castillos de Radcliffe o Potocki). Recordemos por lo demás que, retomando esta tradición, Lovecraft se adelantaba unos diez años a los primeros y similares intentos de J. L. Borges.
La idea de hacerlo remontar a un “árabe loco” testimoniaba la influencia del orientalismo en la fantasía moderna desde Galland y sus Mil y Una Noches. Además, históricamente, los grimorios mágicos de procedencia árabe tuvieron gran incidencia en el ocultismo occidental, empezando con el célebre Picatrix, traducción del Ghayat al-Hakim. Por lo demás el simpático nombre de Abdul Alhazerd era un apodo que el propio Lovecraft había adoptado de niño, enloquecido por las Noches y jugando tal vez con su bibliofagia (“el que lo leyó todo”, “all has read”).
En 1927, Lovecraft escribió una historia del libro que sólo sería publicada tras su muerte. El título original habría sido Kitah Al-Azif ("rumor nocturno de los insectos supuesto ser el aullido de los demonios”), compuesto por el poeta árabe Abdul Al-Hazred, adorador de las (adorables) entidades Yog-Sothoth y Cthulhu (del cual volveremos a hablar, si Dios quiere) y descubridor en sueños de la “Ciudad sin nombre” bajo Irem («Que no está muerto lo que yace eternamente / y con el paso de los eones, aun la muerte puede morir») antes de desaparecer brutal y misteriosamente el año 738 d.C.
En 950, Teodoro Filetas (erudito bizantino también ficticio) lo tradujo al Griego, ganando gran difusión e “impeliendo a ciertos experimentadores a terribles manipulaciones”, lo cual llevó a su supresión y quema por el Patriarca Miguel (histórico) en 1050.
Tras dicho auto de fé el libro fue traducido al latín por Olaus Wormius en 1228 (pequeño “detalle” anacrónico, ya que el auténtico Wormius tardaría aún tres siglos en nacer), versión que a su vez sería condenado por el Papa Gregorio IX en 1232. Reediciones en latín fueron publicadas en la Alemania del siglo XV y la España del XVII (¡cómo no!). El célebre nigromante elisabetano John Dee (1527-1609) tradujo al parecer el libro al inglés aunque sólo subsistan algunos fragmentos manuscritos.
El texto griego reaparece furtivamente, en la “quema de la librería de cierto hombre de Salem” (las brujas de Salem ocupan un lugar eminente en el imaginario lovecraftiano, a modo de Pecado Original Americano) y en una reciente quema en San Francisco.
Lovecraft siempre se negó a dar demasiados detalles sobre el contenido del libro, afirmando que “quienquiera que lo intentase sólo podría decepcionar a todos aquellos que se han estremecido con las referencias crípticas a él”. Sabemos que está recubierto de piel, asegurado por metales y que existen (por la investigación de John Merrit) varias ediciones encubiertas (como el Qanoon-e-Islam). Sólo cinco copias existían en la época del Horror de Dunwich: en el British Museum, la Bibliothèque nationale, la Widener de Harvard, la Universidad de Buenos Aires (¿¿guiño transmental a Borges??) y, sobre todo, la magnífica e imaginaria Miskatonic University del mítico Arkham, Massachusetts. Algunos particulares
Los discípulos del Maestro, entre los cuales August Derleth y Clark Ashton Smith, comenzaron a citar el grimorio en sus propias obras, contribuyendo a la creación del mito. Lovecraft comenzó a recibir cantidad de cartas de lectores entusiastas de la Biblia Extraña Weird Tales relativas al libro del “árabe loco”.
Cantidad de peña se puso a gastar bromas eruditas. Un cachondo coló una ficha identificativa de él en la Librería de la Universidad de Yale, creando una demanda histérica por el inexistente volumen. En la Widener, citada por Lovecraft, la ficha solicita que se “pida en el mostrador” el libro (con el regodeo imaginable hacia los incautos). En la librería de Tromsø, Norway, se alude a una versión abreviada de Petrus de Dacia (1994), claro que “no disponible”.
Evidentemente, aprovechando el tirón del mito, los tiburones editoriales han ido editando varios libros con ese nombre, pese a la sensata advertencia de Lovecraft. En 1973, la Owlswick Press sacó una edición escrita en un idioma ficticio, el “Duríaco” en edición limitada. A finales de la década, un tal “Simón” sacó una “traducción” del “auténtico” Necro, basada en la mitología sumeria y no en la chtuluesca, consiguiendo pese a todo vender casi un millón de ejemplares (claro que el marketing del “libro Negro más peligroso de Occidente” no es moco de pavo…). Otra versión apareció en 1978, editada por George Hay, según un supuesto cálculo informático de textos cifrados de John Dee. Otro listo decidió sacar la “verdadera” (por lo tanto ficticia) historia del libro, The Necronomicon Files (1998).
El más flipante Necronomicón sigue siendo sin lugar a dudas la “versión ilustrada” del Extrañísimo H. R. Giger (la imagen os habrá dado una idea…).
[1] En modo típicamente lovecraftiano: “Lo reconocimos [un amuleto hallado por los protagonistas] como aquel al que aludía el árabe loco Abdul Alhazred en el prohibido Necronomicón: el espectral símbolo anímico del culto de comedores de cadáveres de los inaccesibles Leng, en Asia Central [!!]. Reconocimos las siniestras inscripciones descritas por el viejo demonólogo árabe; inscripciones tomadas de alguna oscura manifestación sobrenatural de las almas de aquellos que mordisqueaban y vejaban a los muertos…”
[2] A modo de “private joke”, Lovecraft afirmará que Chambers tuvo la idea de su propio libro a raíz de los rumores que envolvían al Necronomicón!!
lunes, 7 de julio de 2008
Der Struwwelpeter
Esta entrada va dedicada a nuestro amigo John Rumsey, el cual nos indicó en vívidos términos el terrorífico impacto que Pedro el Desmelenado tuvo en sus noches de infancia…
Como ya señaláramos en el caso de la Bella Durmiente, la literatura infantil es otro de los pastos predilectos de los Libros Increíblemente Extraños.
Baste evocar el caso del libro “para niños” más célebre en Alemania, Der Struwwelpeter del singular Dr. Heinrich Hoffmann, publicado en 1845, tres años antes de la “primavera de los pueblos” (aunque toda relación entre ambos fenómenos sea altamente improbable).
Las “alegres historietas y divertidas viñetas para niños entre tres y seis años” del Dr. Hoffmann resultan hoy, cuanto menos, inquietantemente delirantes. No por nada el Doctor trabajó durante años en un prestigioso asilo psiquiátrico…
En cada caso se trata de demostrar las desastrosas consecuencias del mal comportamiento de las atolondradas criaturas, tal y como hubiera podido imaginar el mismísimo Marqués de Sade.
Pedro el Desmelenado (como podéis combrobar en la imagen, digna ancestra de Tim Burton) es despreciado por todos debido a su aspecto de voraz comedor de tripis.
Más “gracioso” es sin duda Die gar traurige Geschichte mit dem Feuerzeug (como en todo hay que decir estas cosas en alemán, suena mucho más Increíblemente Extraño), la Horrible Historia de la Niña de las Cerillas (¿qué habrá pensado el pobre Andersen?). Como el título indica la Niña juega con unas cerillas y se prende fuego… Edificante, ¿no?
Tres niños se ríen de un negrito. Un extraño barbudo, que responde al nombre de Nikolas, los mete en un barril de tinta negra. Bonita lección de antiracismo…
En Die Geschichte von dem wilden Jäger (la historia del cazador salvaje), Hoffmann prefigura una de las escenas predilectas del siglo XX: un conejo se hace con el rifle y las gafas de un cazador y empieza a perseguir a este a perdigonazos... Bugs Bunny había nacido.
Sigue otro de los Horrores del Dr. Hoffmann, "Die Geschichte vom Daumenlutscher" (la historia del pequeño Chupa-Deditos). Una madre insta a su hijo a dejar de chuparse los dedos. Cuando lo deja sólo el enano vuelve a las andadas. Aparece un sastre psicópata (¡) que le corta los pulgares con unas tijeras gigantes…(!!)
"Die Geschichte vom Suppen-Kaspar" (la Historia de Kaspar el de la Sopa) cuenta lo acaecido al homónimo individuo, opuesto a la idea de tomar más sopitas. Durante los cinco días siguientes comienza a decaer hasta que… muere (!!!)
Esta amable y divertida galería termina con "Die Geschichte vom fliegenden Robert" (la historia de Robert Volador), en la cual un niño sale de casa en plena tormenta. El viento levanta su paraguas y se lo lleva, probablemente hacia una horrenda destrucción (¿sería el mismo maelstrom que se llevó, por los mismos años, al viejo de Edgar Allan Poe?)
Entre los innumerables homenajes a la psicopato-pedagogía hoffmanniana citemos el Cuarto Oso de Jasper Fforde, retrato de una idílica comunidad alemana donde los niños siempre toman su sopa, evitan las cerillas y el chupar sus pulgares. El atento observador descubrirá que varios de sus habitantes han perdido los dichos pulgares y que extraños rumores rodean al sastre local.
La misma idea inspiró a M. J. Trow para sus Aventuras del Inspector Lestrade, donde el célebre comparsa de Sherlock investiga una serie de monstruosos asesinatos que reproducen las historietas de Struwwelpeter…
Ps. Los que os hayais quedado con ganas de más y no sepáis que hacer el fin de semana podéis pegaros un lowcost e ir al museo Struwwelpeter de Frankfurt a echaros unas risas…
viernes, 4 de julio de 2008
49
¡Nuestra Heteropedia de Libros Increíblemente Extraños llega a tiro de su cincuentava entrada!
Han sido ya tres meses de obras psicotrónicas (o rayaduras descomunales, para hablar en plata) y poco a poco nos van llegando vuestros estimulantes comentarios…
¡¡Gracias a tod@s por ser tan Extrañ@s!!
El lunes sabréis cuál ha sido la afortunada elegida para nuestra histórica
Entrada Número 50!!!
De aquí a entonces, os deseamos un Increíblemente Extraño Fin de Semana
ps. Y no dudéis en propagar la Buena Nueva Extraña...
Teozoología
Entre las elucubraciones Increíblemente Extrañas de la Europa "Fin de Siglo" pocas tan demenciales y literalmente genocidas como las de los llamados Ariósofos y más concretamente, las del Dr. Jörg Lanz von Liebenfels.
En 1905 el ex-monje sistematizó sus pesquisas en un Increíblemente Extraño tratado llamado Theozoologie oder die Kunde von den Sodoms-Äfflingen und dem Götter-Elektron (Theozoología, o la Ciencia de los Sodomo-Simianos y el Divino Electrón, posiblemente el Título Más Extraño publicado hasta la fecha).
En él explicaba que los pueblos Arios, originarios de divinidades interestelares (o Theozoa!) y procreantes por vía eléctrica (!!), se distinguían de razas inferiores, fruto del cruce bestial entre humanos y Hombres-Mono (o Anthropozoa!!). Los efectos del cruce racial causaron la atrofia de los poderes paranormales de los Hombres-Dioses arios, que ya sólo podrían ser restaurados por una severa política de eugenismo ario que incluía la castración masiva de los seres (especialmente masculinos) inferiores o “simiescos”…
“La lujuria de los monos, especialmente del babuino, supera toda imaginación. Son Sodomitas, pederastas y onanistas; actuán de modo desagradable con hombres y niños. Es universalmente admitido (!) que los babuinos atacarán y abusarán de las niñas pequeñas y que en los zoos, las mujeres son expuestas a su vil impudicia. En el norte del Lago Kiwu (África) los nativos refieren que monos gigantes secuestran a las mujeres y les destrozan los órganos genitales durante su apareamiento... Debemos ahora investigar por qué la actividad sexual con los animales también se llama Sodomía. Los Sodomitas eran culpables de este crimen, el más horrendo. Según Gen. XIX rodeaoron la casa de Lot y querían violar a los dos ángeles, como el pueblo de Belial y Gabaon quería violar a una mujer (Jud. XIX) (...) Se llegó a un punto en que el apareamiento natural entre hombres humanos y mujeres humanas se volvió algo "novedoso" ya que la fornicación con monstruosidades se había vuelto la norma. El tráfico y el cultivo de la progenia de Sodoma era una rama de negocio lucrativa y así fue como los sacerdotes del Templo adquirieron enormes riquezas -ya que hombres y mujeres tenían que comprar el placer Sodomita a un alto precio (Ez. XVI.33). Por esta razón esos amantes ilícitos fueron llamados "usureros" (tarbut)…”!!!!
Hasta aquí algo que podría haber terminado como los delirios raciales de Lovecraft en una cosmogonía chtuluesca…
Lo trágico de esta historia es que Lanz se puso a publicar un periódico para difundir su doctrina, el Ostara (nombre de la divinidad germánica de la primavera), Periódico para Rubios (!!) y que un joven pintor frustrado (por lo demás moreno: ¿cómo es que le dejaron comprarlo?) se puso a coleccionarlos como un loco. Con ese dinerito Lanz creó una Orden Secreta, dedicándose a extraños rituales Arios (¿tal vez “sodomitas”[1]?) en un castillo perdido del Danubio. Allí se apropió el símbolo hindú de la esvástica que el pintor frustrado retomaría a su vez.
La orden de Lanz sería la base de la futura “elite racial” de Himmler, la siniestra S.S mientras las delirantes elucubraciones raciales de Ostara llevaban a la muerte, conducidas por el pintor, a más de seis millones de judíos.
[1] Es probable que Lanz fuera expulsado del monasterio de Heiligenkreuz por su atracción carnal hacia otros internos, lo cual explicaría su delirante misoginia y su obsesión con los cuerpos “divinos” de los efebos arios.
miércoles, 2 de julio de 2008
La cola del formosano
Dentro de los manuales sexológicos Increíblemente Extraños de la Santa Madre Iglesia, el Disputationes de sancto matrimonii sacramento del jesuita cordobés Tomás Sánchez (1550-1610) fue de los más influyentes.
Sánchez había recogido una documentación prodigiosa, esforzándose por no omitir tipo alguno de pecado relativo al fornicio, resultando de ello una obra de extraordinaria obscenidad (condenada en parte al Índice de Libros Prohibidos) que fue tan venerada por seguidores como nuestro Billuart como mofada por los libertinos más cachondos.
Más curioso aún que el tratado fue tal vez el propio estatuto del padre Sánchez, “Santo Tomás del sexo” cuyo renombre en la Europa barroca haría palidecer a la propia Candace Bushnell y sus homólogas contemporáneas.
Los eruditos y poderosos venían desde muy lejos para confrontar los casos más peliagudos al temible casuisita. El cachondo Mirabeau relata, en su magnífica Erotika Biblion (del que hablaremos sin duda) cómo unos viajeros relataron, siguiendo a Plinio (otro de los nuestros!), expusieron un problema un tanto…singular.
Se decía que los habitantes de Formosa (algún día sabréis más sobre ellos) poseían un apéndice caudal de unos veinte centímetros, situado en el trasero y móvil como la trompa de un elefante. “Uno de estos hombres con cola se acostó entre dos mujeres, una de las cuales, de clítoris considerable, puso éste en posición pederasta (!) metiéndose la cola del insular siete dedos en el vaso legítimo; el insular, afable, se dejó hacer mientras, para ocupar todas sus facultades, gozaba de la otra mujer siguiendo las leyes naturales”…
El Sapientísimo Sánchez diagnosticó que “en el primer caso se trataba de sodomía doble pese a incompleta en sus fines, ya que ni la cola ni el clítoris pudiendo segregar libaciones (!!!), no operan contra las vías de Dios y la voluntad de la Naturaleza. En el segundo se trataba de simple fornicación”.
Constantemente asediado por imágenes libidinosas (deformación profesional, como quien dice), el buen padre bebía sólo agua y evitaba ingerir especie alguna, se sentaba sobre mármol, cambiando de sitio en cuanto sentía calor bajo sus nalgas y levantando siempre los pies a diez centímetros del suelo…