viernes, 31 de octubre de 2008

Zofloya


Celebremos hoy Halloween, la fiesta de lo Bizarro, con uno de nuestros géneros literarios predilectos, a fuer de Increíblemente Extraño, la Novela Gótica, floreciente a la sombra de las Luces y cuya apoteosis coincidió con el Romanticismo más frenético, macabro y delirante.

Entre las joyas olvidadas (y recientemente rescatadas) de aquella barahúnta infernal de mazmorras, torturas, sepelios, ultratumbas y estatuas malignas, brilla con inusitado fulgor (satánico, por supuesto) la novela de la misteriosa Charlotte Dacre, Zofloya o el Moro (1806).

Dejando a un lado los sentimentalismos didácticos de sus Confesiones de una monja de St Omer, y bajo el efecto de la obra inmortal de “Monk” Lewis (el primer seudónimo literario de la autora fue precisamente “Rosa Matilda”, en homenaje a la heroína del Monje), Dacre traza la carrera criminal de Victoria de Lorendani, prototipo de la Femme Fatale más salvaje y una de las malas más malas de la historia de la literatura.

Trasunto femenino del lujurioso Ambrosio de Lewis, Victoria hace un pacto, para satisfacer sus ilimitados y perversos deseos, con un hijo de Satanás, el moro Zafloya que da título a la obra. El hermano de Victoria, Leonardo, tampoco se queda corto, ni la brutal amante de éste, Magalena Strozzi, ya que ambos la inician en los placeres del vicio, completando su pedagogía sadiana (¿Leyó Dacre al Divino Marqués? Conjeturamos que Lewis seguramente sí, pero en realidad el sadismo no fue una rayada individual, por muy genial que fuera Donatien Alphonse de Sade…) con los placeres del asesinato.

Victoria es enviada a Venecia para casarse con un tal Berenza, típico sosete de novela sentimental de la época. Aburrida (y con razón), decide trajinarse más bien al hermano, Henríquez. Subvirtiendo la lógica patriarcal de la novela dieciochesca, la encargada de perseguir con ánimos lúbricos a su víctima es aquí la propia hembra. Victoria trata por todos los medios de cepillarse al escurridizo galán, contactando (en sueños!!) con el demoníaco sirviente de éste, el Zofloya.

Tras envenenar al engorroso Berenza, Zofloya y Victoria organizan el espantoso asesinato de la amada de Henriquez, Lilla, en una de las escenas más gore (que ya es decir) del género gótico, eco de los Crímenes del amor sadianos.
“Sin poder, ni querer, controlarse, Victoria agarró las fluidas trenzas de la frágil Lilla y la echó para atrás. Con su puñal la apuñaló en el pecho, en el hombro y en otras partes del cuerpo. La expirante Lilla cayó sobre sus rodillas. Victoria redobló sus puñaladas. Curbió el bello cuerpo con innumerables heridas, antes de arrojarla de cabeza por el borde del acantilado”.

Acosada por la Inquisición, Victoria cae cada vez más en las redes del diabólico Zofloya. Remedando el inolvidable clímax del Monje, Victoria, a cambio de escapar a los brutales tormentos del Santo Oficio, rinde cuerpo y alma a Zofloya sobre un vertiginoso precipicio. El moro al punto se transforma en “el jurado enemigo de toda la Creación, llamado por los hombres SATAN”!!!!

Irónicamente, Victoria se salva así de la hoguera para verse precipitada de cabeza (como su virginal víctima) en el “aterrador abismo”, que, nos podemos imaginar, no se limita al simple despeñadero sino que va bastante más abajo…

La obra conoció un momentáneo éxito de público e influyó vivamente sobre algunos contemporáneos, empezando por el propio Percy Shelley (el torturado amante de Mary, creadora de Frankestein y El último hombre), mientras la crítica, como era habitual con los –y especialmente LAS- gótic@s, lamentaba hipócritamente aquello mismo que la sustentaba, el sensacionalismo más radical. “Hay una voluptuosidad de lenguaje y alusiones en esos volúmenes que hubieramos esperado la delicadeza de una pluma femenina hubiera rechazado trazar (!); y hay una exhibición de puterío (!!) y de rijosidad que hubieramos deseado que la delicadeza de una mente femenina hubiera sido demasiado chocada en imaginar…” escribía un anónimo chupatintas de la Annual Review and History of Literatura.

Por suerte a Dacre, y a las góticas más radicals que la sucedieron hasta nuestros días (pues el terror, y no la chick lit que nos aflige, es sin duda uno de los campos más fértiles de la literatura femenina), toda esa delicadeza le tocaba bastante los ovarios.

Para que quedara claro, Dacre volvió a la carga al año siguiente con otra escandalosa obrita, simple y llanamente titulada El Libertino, (nada que ver con el sosete biopic del genial duque de Rochester, pese al siempre sugerente Johny Depp), que venía a ser como las Relaciones Peligrosas a lo gótico; una tragedia de la seducción dominada por pulsiones sádicas y masoquistas que prefiguran los melodramas delirantes de los paperbacks y culminan en incesto, infanticidio y suicidio…


Ps. Existe edición española de Zofloya, gracias a Jaguar Ediciones (2005).

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