Esta entrada va dedicada a nuestro amigo John Rumsey, el cual nos indicó en vívidos términos el terrorífico impacto que Pedro el Desmelenado tuvo en sus noches de infancia…
Como ya señaláramos en el caso de la Bella Durmiente, la literatura infantil es otro de los pastos predilectos de los Libros Increíblemente Extraños.
Baste evocar el caso del libro “para niños” más célebre en Alemania, Der Struwwelpeter del singular Dr. Heinrich Hoffmann, publicado en 1845, tres años antes de la “primavera de los pueblos” (aunque toda relación entre ambos fenómenos sea altamente improbable).
Las “alegres historietas y divertidas viñetas para niños entre tres y seis años” del Dr. Hoffmann resultan hoy, cuanto menos, inquietantemente delirantes. No por nada el Doctor trabajó durante años en un prestigioso asilo psiquiátrico…
En cada caso se trata de demostrar las desastrosas consecuencias del mal comportamiento de las atolondradas criaturas, tal y como hubiera podido imaginar el mismísimo Marqués de Sade.
Pedro el Desmelenado (como podéis combrobar en la imagen, digna ancestra de Tim Burton) es despreciado por todos debido a su aspecto de voraz comedor de tripis.
Más “gracioso” es sin duda Die gar traurige Geschichte mit dem Feuerzeug (como en todo hay que decir estas cosas en alemán, suena mucho más Increíblemente Extraño), la Horrible Historia de la Niña de las Cerillas (¿qué habrá pensado el pobre Andersen?). Como el título indica la Niña juega con unas cerillas y se prende fuego… Edificante, ¿no?
Tres niños se ríen de un negrito. Un extraño barbudo, que responde al nombre de Nikolas, los mete en un barril de tinta negra. Bonita lección de antiracismo…
En Die Geschichte von dem wilden Jäger (la historia del cazador salvaje), Hoffmann prefigura una de las escenas predilectas del siglo XX: un conejo se hace con el rifle y las gafas de un cazador y empieza a perseguir a este a perdigonazos... Bugs Bunny había nacido.
Sigue otro de los Horrores del Dr. Hoffmann, "Die Geschichte vom Daumenlutscher" (la historia del pequeño Chupa-Deditos). Una madre insta a su hijo a dejar de chuparse los dedos. Cuando lo deja sólo el enano vuelve a las andadas. Aparece un sastre psicópata (¡) que le corta los pulgares con unas tijeras gigantes…(!!)
"Die Geschichte vom Suppen-Kaspar" (la Historia de Kaspar el de la Sopa) cuenta lo acaecido al homónimo individuo, opuesto a la idea de tomar más sopitas. Durante los cinco días siguientes comienza a decaer hasta que… muere (!!!)
Esta amable y divertida galería termina con "Die Geschichte vom fliegenden Robert" (la historia de Robert Volador), en la cual un niño sale de casa en plena tormenta. El viento levanta su paraguas y se lo lleva, probablemente hacia una horrenda destrucción (¿sería el mismo maelstrom que se llevó, por los mismos años, al viejo de Edgar Allan Poe?)
Entre los innumerables homenajes a la psicopato-pedagogía hoffmanniana citemos el Cuarto Oso de Jasper Fforde, retrato de una idílica comunidad alemana donde los niños siempre toman su sopa, evitan las cerillas y el chupar sus pulgares. El atento observador descubrirá que varios de sus habitantes han perdido los dichos pulgares y que extraños rumores rodean al sastre local.
La misma idea inspiró a M. J. Trow para sus Aventuras del Inspector Lestrade, donde el célebre comparsa de Sherlock investiga una serie de monstruosos asesinatos que reproducen las historietas de Struwwelpeter…
Ps. Los que os hayais quedado con ganas de más y no sepáis que hacer el fin de semana podéis pegaros un lowcost e ir al museo Struwwelpeter de Frankfurt a echaros unas risas…
6 comentarios:
Hola:
Tengo el Struwwelpeter desde hace mucho tiempo y se lo recomiendo a todo el mundo. Me lo regaló mi tía cuando era niño, lo perdí y luego me lo compré yo mismo. En Alemania es todo un clásico y se utilizaba para decirles a los niños lo que no debían de hacer (chuparse el dedo, jugar con fuego, caminar distraído, ir sucio y desaliñado, maltratar a los animales...). Va mucho con el carácter alemán.
También tenía otro libro cuando era niño, éste español herencia de familia, que era un puntazo. Me tenía aterrorizado. Se llamaba "Cuentos de Pototo" y no lo he podido volver a conseguir. Creo que es de los años 30 ó 40, puede que anterior, con unos dibujos bastante crispantes. Por desgracia no sé quién es su autor pero si alguien ve un ejemplar, por favor que avise a portalcifi(arroba)gmail.com .
Hola Hari,
muy intrigante esa referencia a Pototo... procuraremos investigar. El mundo de la literatura infantil (y, claro está, de los dibujos animados que lo prolongan) es, al fin y al cabo, sinceramente aterrador. Por eso nos sigue encantando, claro.
Struwwel-saludos,
A.D.L
no sabia que los horrores de mi infancia (horrores relativos, como era una infancia suiza-italiana, muy protegida...) provienen todos de la pluma del mismo autor! struwwelpeter, el daumenlutscher (me hizo parar de chupar mi pulgar!), suppen-kaspar etc... tengo una vieja edicion de los cuentos ilustrados en un formato muy raro, que se puede describir como dos sobres uno cerca del otro (o sea, un libro muy largo pero no muy alto).
cuando niño mis padres me contaban la historia del hombre del saco.Josa la recordará. Si no te ibas a dormir venía por la noche y te llevaba en su saco y ya no volvias nunca. ¡Qué crueles!, y ahora se escandalizan por cualquier cosa que le decimos a nuestros hijos.
¿Sabéis que el hombre del saco existió realmente a principios de siglo? Fue en Almería (Spain)y su historia es aterradora de verdad. Eso sí que es folclore hispano-infantil: EL HOMBRE DEL SACO
Veo que Struvvelpeter ha despertado todo tipo de memorias, como en los psychothrillers de hitchcock... Respecto al hombre del saco almeriense es interesante evocar la figura fundacional del género psicopatico-infantil: Barba Azul, trasunto, según varios etno-historiadores, del propio Gilles de Rais... Habrá que dedicarle una entradita en algún momento.
Al autor del blog: Me parecen fantásticos los personajes que recorren tu blog. Me los imagino a tu lado, susurrandote locuras. por cierto, los que viven a tu lado ¿se sienten seguros por las noches?
Enhorabuena.
El hombre del saco me las hizo pasar canutas en mi infancia. Era pavor lo que sentía al oír su nombre.
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