jueves, 2 de octubre de 2008

Atalanta Fugiens



Retomamos el hilo de nuestra Heteropedia con una sugerencia de nuestro ínclito amigo Chema (podéis pasar a visitarle a la estupenda galería Estiarte, http://www.estiarte.com/), la Increíblemente Extraña Atalanta Fugiens de Michael Maier (1617). Maier fue el misterioso médico privado del iniciático (y también algo zumbado) emperador Rodolfo II, la sombra que ronda sobre Praga en las obras de nuestro querido Meyrink. Rodolfo, como es bien sabido, había contraído la fiebre esotérica durante su infancia en la corte española y se encerró en cuanto pudo en su castillo, dejando la guerra contra los Turcos a sus ministros y dedicándose a buscar la piedra filosofal rodeado de gente variopinta como el célebre John Dee, Thaddeüs de Hayec, Martin Ruland o el propio Maier, todos ellos, como se decía en su jerga, “espagíricos”…


En aquella época, lo de ser médico era un cajón de sastre ya que cabía desde la más pura charlatanería (aderezada con algo de sadismo) hasta el interés por las nacientes ciencias experimentales, tan conectadas con la milenaria alquimia. Maier se situaba en la vertiente más esotérica, siendo Gran Mestre de la escurridiza y ubicua Fraternidad de los Rosacruces (sí, esos que pululan por todas esas webs conspirativas del ciberespacio, acusados de todo lo acaecido y por ocurrir, desde el 11 S hasta la omnípoda Crisis presente).


Epopeya hermética de una figura mitológica algo olvidadilla, la hija del rey de Sciros, la Atalanta Fugiens es la obra más conocida de las 25 publicadas por nuestro Rosacruz. Se presenta como un libro de emblemas clásico, con una serie de 50 epigramas acompañando magníficos y enigmáticos grabados. A los epigramas se añaden sesudos “discursos” algo delirantes donde se mezclan mitología, fabulaciones, consideraciones filosóficas, médicas, mineralógicas, éticas y “científicas” (??)… Un detalle original se desmarca, empero, de la tradición: cada emblema va acompañado de un canon musical correspondiente, ilustrando las teorías neo-pitagóricas sobre la armonía cósmica de los sonidos y constituyendo uno de los primeros libros multimedia, ahora tan de moda…


Inspirábase Meier en los jeroglíficos egipcios, entonces ya tan de moda, considerados como figuraciones secretas del Arte (designación habitual de la Alquimia) transmitidas por el propio Thot (asociado al Hermes griego según una vieja tradición) a los sacerdotes de las pirámides. Asimismo trataba de desvelar secretos alquímicos en las gestas de los dioses del Olimpo, precediendo el también Extrañísimo estudio de Dom Pernety Fables Égyptiennes et Grecques, del que tal vez hablemos algún día.


Viene así explicada la referencia a Atalanta, la cual corría siempre por delante de sus libidinosos pretendientes (todo un deporte nacional en la Grecia antigua, a juzgar por su calenturienta mitología) hasta que un buen día Hipómenes, el muy listo, le lanzó tres manzanas de oro que Venus le había bajado del jardín de las Hespérides. Perdida por su curiosidad, Atalanta se agachó para recogerlas y perdió así su carrera y su virginidad… en una postura un tanto animalesca que os recordará aquello de “mirando a Cuenca” o, a los más sesudos, la célebre y divertida escena de primiti-porno en La guerra del fuego (por cierto, el mito no dice si la penetración fue vaginal o… bueno, bueno, no divagemos como el propio Meier)[1]. La interpretación del Rosacruz es que la edificante historieta se refiere en realidad al mercurio (!!), metal que huye y no puede ser solidificado más que por el azufre… Y así en adelante.

Por lo demás la advertencia de Meier antes de penetrar en su extraño Libro Total se podría extender a toda obra genuina e Increíblemente Extraña…

"Es razonar como niños el pensar que no hay nada en el mundo que sea diferente a lo que vemos a nuestro alrededor. Doblemente infantil es creer que lo que no oímos, lo que no concebimos, lo que no nos es posible imaginar no pueda ser oído, concebido e imaginado por nadie; y concluir, porque una infinidad de ignorantes y de gente cúpida fracasó en el estudio de la filosofía hermética, que lo que ésta promete es puramente quimérico e imaginario es el colmo de la presunción y de la extravagancia…”

Añadamos que las músicas Extrañas de la Atalanta fueron ejecutadas por primera vez en 1935, por el musicólogo F. H. Sawyer de la universidad de St Andrews, en forma de fuga para tres voces (la de Atalanta, Hipómeno y Pomonio). Por desgracia no nos ha sido dado escuchar tal iniciática música, digna de ser rescatada para los adeptos del chill out más New Age…



[1] Podéis ver la escena en la parte de abajo del frontiscipio: el dibujante –supuestamente un tal Johann Theodor de Bry (no como el queso)- ha optado por hacer agacharse dignamente a la niña, presentando luego un discreto coito frontal en un pequeño y bucólico templete, evitando así lo chocante de la “cogida”…

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