miércoles, 15 de octubre de 2008

El lenguaje de los monos



En su Anatomía del lenguaje, publicada en Florencia en el año de gracia de 1529, un tal Giuseppe Bernardi llegó a la conclusión que los monos poseían el don de la palabra pero que guardaban celosamente su secreto…

Un jesuita, de apellido Cremoni, logró refutar la tesis herética (pues equiparaba, tres siglos antes de Darwin, a Adán con una de sus más abyectas criaturas), exponiendo que dicha facultad no se hallaba descrita en las Santas Escrituras, con lo cual no podía en ningún caso ser cierta.

El 17 de noviembre de 1893, el Profesor Robert GARNER, llevado por una sospecha similar a la de Bernardi, anunció que su visita a África en busca del lenguaje de los simios había sido enteramente satisfactoria y que se traí de vuelta a dos chimpanzés con los que estableció “relaciones conversacionales”, lo cual estaba dispuesto a demostrar públicamente ante cualquier incrédulo.

El profesor afirmaba haber sido abandonado en una jaula en medio de la jungla afircana, escuchando lo que cuchicheaban los monos circundantes. Empleando un fonógrafo logró captar algunos de sus sonidos en unos discos cuyo paradero, por desgracia, desconocemos (ya que no sólo serían un material científico inigualable sino que ayudarían para un sampling electrónico en un proyecto acariciado desde antiguo con mi amigo Javi Venero...).

Según Garner empero, no existe "ningún lenguaje mono, o Volapük simio", ya que "cuanto más bajamos en la escala de la civilización más diverso y heterogéneo se vuelve el lenguaje, ramificándose en dialectos inintelegibles para los descendientes de los distintos linages primitivos. Así las tribus salvajes pertenecientes aparentemente a la misma raza no se pueden entender, siendo necesarios tantos intérpretes cuantas tribus hayas para comunicar".

Así pues nuestro profesor no pretende ser capaz de comunicar con todos los monos, sólo con una pequeña parte, los chimpanzés Kulu-Kamba concretamente. El periodista del New York Times, ya por entonces bastante vacilón, termina señalando que los discos del profesor Garner causarán estragos entre los espiritistas (que gozarán con los mensajes simiescos como lo hacen con los recibidos de ultratumba) y los novelistas realistas franceses (tal vez estaba pensando en nuestro Champsaur y otros clásicos de la "literatura simiesca"?). No sabía, empero, lo que se hubiera alegrado nuestro Jörg Lanz von Liebenfels de oír lo que tal vez eran auténticos Sodomo-simios…

Otro cachondo mental se marcó una delirante satira de las teorías de Garner en la mítica Punch, Or the London Charivari (http://www.erbzine.com/mag18/garnerpunch.htm), Memos de Monolandia, donde invierte el punto de vista de la experiencia: aquí son los monos los que se preguntan si los sonidos extraños emitidos por el singular cautivo pueden ser considerados como un idioma en el sentido simio…

Llega a la siguiente conclusión:
“Que los Humanos entienden los sonidos que emiten entre sí y así pues poseen un lenguaje como nosotros.
Que los humanos poseen, en forma imperfecta y rudimentaria, la facultad de la razón.
Y que los Monos descienden de los Humanos. En otras palabras que un Mono es tan sólo un Humano altamente desarrolado y más ágil”…

Estas “estremecedores conclusions” no dejarán de causar controversia, apunta el narrador. Un orangután amigo suyo, de hecho, fue tan chocado por la teoría que declinó toda alimentación de manos humanas desde entonces. Termina pidiendo una ración suplementaria de manzanas y nueces para seguir con “este fatigoso campo de investigación”…

El humorista americano Bill Nye retomó la idea en su "Personal Experiences in Monkey Language" mientras que, ajeno al cachondeo, Garner publicaba sus descubrimientos en un sesudo tratado de 1900, Apes and Monkeys. Their Life and Language. Poco sabía él que su única descendencia vendría de la literatura.

Poco después el genial Leopoldo Lugones se inspiraba en éste para uno de los cuentos de sus Extrañas Fuerzas Extrañas (1906), “Yzur”, donde un anónimo narrador, emulando a Garner, experimenta con el simio epónimo para lograr comunicar. Sólo lo logrará en el trágico final (que no os desvelamos, claro, para que os lo leáis).

La idea de los monos habladores sería retomada por Edgar Rice Burroughs en su magnífica saga sobre el Hombre-Mono (nada que ver con las penosas muecas de Chita en las pálidas adaptaciones cinematográficas…).

Desde entonces el lenguaje simio forma parte del imaginario colectivo, y no de los debates científicos. Hace poco se habló de un bonobo, llamado Kanzi, que verificaría, tras siglos de oprobio y olvido, la tesis de Bernardi. Y es que Kanzi puede hablar. Bueno, en realidad puede emitir cuatro sonidos distintos para designar los conceptos “plátano”, “uvas”, “zumo” y el importantísimo “sí” (sin el cual no habría “sí, quiero”, ni perpetuación de la especie en el orbe católico…).

Por desgracia, los científicos insisten en creer que la laringe del mono es incapaz de reproducir nuestros sonidos, al contrario de los loros grises de África, por ejemplo. Y no se dan cuenta de que, como advirtiera Bernardi, Kanzi y los suyos se lo tienen muy callado, esperando su momento…

¿Es que ningún científico ha visto el Planeta de los Simios?


ps. Por suerte existen documentos secretos como este (http://www.youtube.com/watch?v=-1Lbk-6OIFo)

1 comentario:

Manuel Torcuato dijo...

Otro relato extraño sobre el tema es "Gestas, o el lenguaje de los monos" de José Fernández Bremón.