miércoles, 29 de octubre de 2008

Evemeros



Hablaremos hoy de la Historia Sagrada de Evemeros, auténtico best-seller de la Antigüedad.
El autor, un meseniano del siglo IV antes de Cristo, se embarca en un puerto de la Arabia Feliz y, tras varios días de navegación, llega a una isla denominada Sagrada por sus habitantes, junto a la cual hay otras dos, una de ellas llamada Panchaia. El suelo de estas islas, de fertilidad asombrosa, está distribuido entre todos, así como los rebaños y todos los demás bienes (algo que influyó, antes de Marx, a varios teóricos del comunismo primitivo). Pero en este kolkoz utópico los apparatchiks que organizan las distribuciones (y por tanto son “más iguales que los demás”)son los sacerdotes, que se adjudican el doble de lo que conceden a los demás y disfrutan, solitos, de las magnificencias del lujo (o, diríamos en estos tiempos de crisis, del superávit).

Se nos describía entonces (suponemos, pues no queda casi nada del original) un templo colosal, el de Júpiter Trifilino, que deja chico al de Olimpia y de cuyo jardín fluye un manantial que forma un río navegable donde los peces entonan himnos en honor al Sol (“y beben y beben”…).En una columna aúrea del templo descubre el curioso impertinente una extraña lista genealógica, con las fechas de nacimiento, muerte y sepelio de varios nombres un tanto sorprendentes. Urano, Pan, Cronos, Rea, Demeter, Heré, Poseidón o incluso Zeus!! Todos muertos y enterrados!!!

Aquí empezaba la chicha “filosófica” del asunto, en la línea escéptica de los luego tan denostados (por ultra-hedonistas) Cirenaicos. Los sacerdotes desvelan al ahíto narrador que aquellos finados fueron en realidad los antiguos monarcas de la isla. Y le cuentan la “verdadera historia” que se esconde tras sus leyendas… Así el rey Urano había sido más bien dulce, muy intrigado por la astronomía y Saturno un bonachón lejos de las calumnias que le acusaban de devorarse a sus hijos, ya que lo único que engullían eran dátiles (!!). El rey Júpiter, más belicoso, había extendido su dominación sobre otros pueblos, los cuales, ora por miedo ora por conformismo, acabaron por divinizar a los reyes de Panchaios.

“En efecto, cuando los hombres vivían todavía en el desorden y la confusión, aquellos de entre ellos que sobrepujaban a los demás en fuerza y habilidad obligaron a éstos a someterse a su voluntad. Luego, para rodearse aún de mayor admiración y respeto, se atribuyeron un poder superior y divino”…

Respecto a los dioses inferiores, Evemero se propasa ya claramente, afirmando por ejemplo que Venus fue simplemente “la primera mujer en hacer de la prostitución un arte y la que forzó a las mujeres de Chipre a traficar con su belleza pues no quería que se pudiera decir que ella era la única hembra impúdica y libertina (!!)”.
Tamaña profesión de ateísmo, velado bajo el género de fantasía novelesco, hubo de ser protegido aún así por un rey ilustrado, Kassandros de Macedonia. Por bastante menos habían hecho los atenienses beber la cicuta al viejo Sócrates… No es que la idea en sí fuera novedosa: años atrás el historiador Eforos había ya explicado de dicho modo (que se daría en llamar “evhemerismo”) los mitos, y los sofistas sostenían que los legisladores habían inventado las religiones con objeto de sancionar las leyes”. Pero fue este Extraño librito el que cuajó, impresionando a las mentes más inquietas del momento y valiéndose las feroces críticas del pío Plutarco contra “ese enemigo de los mitos, que ha forjado él mismo una mitología desprovista de toda verosimilitud y de toda realidad y que ha extendido la impiedad por la tierra”…

Poco después un discípulo de Aristóteles, il ignotísimo Palaiphatos perpetró su Sobre las Historias Increibles, donde explicaba, a lo evemerista, que los Centauros fueron originalmente hombres a caballo que venían de una aldea llamada Nephele (Nube), y no del cielo, o que Kallisto fue una chiquilla devorada por osos mientras cazaba, lo que dio pie a las leyendas de su propia metamorfosis en osa…

Irónicamente la teoría desmitificadora de Evemero sería utilizada de modo insospechado para afirmar una nueva (y bastante más fanática) fe: los primeros cristianos emplearían sus mismas críticas contra los dioses paganos para mostrar su falsedad y enaltecer, por el contrario, la Verdad de los Evangelios…

Hubo de esperar bastante tiempo a que el “evhemerismo” se volviera contra la propia Iglesia que se lo había apropiado. Al fin y al cabo, la idea era tan aplicable a Yahvé como a Zeus… Hubo unos cuantos libros quemados, unas cuantas personas quemadas y al final los cachondos de la Ilustración se volvieron todos “evhemeritas”, haciendo de la religión (y pensaban, esta vez, en el cristianismo) una fábula para los tontos y los desvalidos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡qué fàbula hombre!

pat toche