Ya evocamos en su momento las opiniones teológicas relativas a súcubos e íncubos. No menos Increíblemente Extrañas eran las relativas al sexo meramente “humano”.
Los preceptistas clasificaron nada menos que 10 formas de Lujuria, término que pasó a englobar todo lo relativo a la sexualidad, bajo el signo del Pecado (capital, para más INRI). Entre ellas se distinguía, en orden de creciente pecaminosidad, la fornicación, el adulterio, el incesto, la desfloración, la violación, la masturbación, la sodomía y la bestialidad.
Cada categoría se subdividía en varias ramificaciones casuísticas.
Así, en uno de los cientos de tratados dedicados al tema, De las diferentes formas de lujuria, del dominico Charles René Billuart, leemos del coito interrupto:
“Pregunta: ¿Es permitido interrumpirse durante un apareamiento ilícito? Respuesta: el que, por asco y horror del pecado se interrumpe, incluso derramando su simiente por fuera, hace bien y debe seguir actuar de este modo (…). Sin embargo, el que, perseverando en su gusto del pecado, interrumpe una cópula comenzada y derrama la simiente fuera peca doblemente, por la fornicación iniciada y por la polución…”
Ya os podéis imaginar la intrincada casuística para determinar, durante la confesión, si se trataba de copuladores pecadores o no... Por lo demás el coito interrupto era, tradicionalmente, el fantasma de los casuistas, ya que se oponía a la definición de la cópula legítima (dentro del matrimonio, claro) como acto de procreación. La Iglesia necesitaba, como el Estado, nuevos contribuyentes imponibles para alimentar sus diezmos y prebendas...
“¿Una novia o una viuda pecan cuando se solazan de una copulación carnal futura o pasada? Si la novia se delecta en espíritu y no carnalmente de la copulación, en cuanto futura y legítima esposa, no peca, al menos no mortalmente. Pero si se delecta carnalmente, peca mortalmente. Tal no es el caso de la viuda que se solaza de una cópula pasada”…
A nadie sorprenderá que Billuart perpetrara también un Tratado de los Ángeles, en donde quedaba claramente demostrado, como ya sabemos, que “el mismo espíritu maligno puede servir de súcubo al hombre y de íncubo a la mujer”.
Lejos estábamos, como veis, de los consejos sexuales de Cosmopolitan, ya anunciados, empero, por la sexología materialista de la Ilustración, enemigos jurados (no os extrañará) de Billuart y los suyos...
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