miércoles, 23 de abril de 2008

Golo


Habíamos prometido “Gorilas en celo” en nuestro primer mensaje de Bienvenida y algun@s de vosotr@s os habéis inquietado por mi tardanza en satisfacer vuestra enfermiza curiosidad.

Pues bien, evoquemos, dentro de la extensa serie de simios lúbricos literarios (prácticamente un subgénero, como en la gran pantalla) con una desconocidísima joya del Decadentismo, llamada simple y llanamente La Novela de Un Mono (1895), de un tal Armand Charpentier.

El doctor Théodore Halifax y su amigo, el atleta Yvonnet, compran a un soldado francés recién llegado de las colonias africanas un mono llamado Golo, albergando la esperanza de educarlo y transformarlo, si cabe, en humano.

Tras su adquisición, Théodore se enrolla con una mujer casada, la inconstante Mme Bertrand mientras Yvonnet lo hace con Clara, joven inglesa entregada a la prostitución (con el loable objetivo de alimentar a su abuelo…!).

Golo, el mono, está llegando a la pubertad y, cosas de la vida, se excita soberanamente a la vista de Mme Bertrand.

Ésta, inconstante como ya hemos dicho, se ve alagada por tal amor inaudito. Halifax se mosquea.

Por si fuera poco, Clara, solícita, piensa en proponerle al mono sus servicios. Esta parte de la historia no queda muy clara: ¿se trata de abnegación por su parte (para satisfacer las necesidades del pobre animal)? ¿Quién le pagaría sus servicios (Golo, por lo que se infiere del texto, no está de modo alguno remunerado)?¿Llega esto a concretizarse (el texto ha sido sin duda expurgado por el editor)?

Una noche que Mme Bertrand, aprovechando la ausencia de su marido, viene a cepillarse al Doctor, el pobre Golo, que ya no aguanta más, se ahorca.

Abatido, Halifax trata de darle un entierro cristiano, enfrentándose a la férrea oposición del párroco.

Clara y el vigoroso Yvonnet asisten a una reunión de espiritismo. ¿Quién creen que aparece entonces?

El pobre Golo, el cual, pese a no haber podido hablar ni escribir en vida, se exprime en un francés correctísimo, citando párrafos enteros del Papa del espiritismo finisecular (y más acá), Allan Kardec.

El mono ha logrado desvelar el misterio de sus reencarnaciones, anunciando las próximas: un obrero negro (del mono al negro, según el esquema racial entonces imperante), un general chino, un farmacéutico inglés y uno de los últimos papas…

Con tal mensaje críptico y un tanto jocoso (el papa-mono) que nos recuerda a nuestro amado Roque Six, remata esta singular obra.

El tema del cruzamiento gorilesco había sido reforzado con el inaudito parentesco expuesto por Darwin en El origen del hombre y la selección sexual (1871, y no en el Origen de las especies como tantas veces se afirma). Ya en 1886 dos novelas habían osado tratar el tema de la cópula entre los humanos y sus ancestros los primates, La hija del Mono de Maurice Sand y el Increíblemente Extraño Hémo de Émile Dodillon.

En éste, un doctor holandés decide crear una raza humana superior, perdiéndose en la jungla africana. Allí salva a una gorila, matando para ello a su legítimo (!).

El científico se ve reducido (!) por una terrible hibernación al inhumano apareamiento, tras el cual nace el “nuevo-hombre” que da título a la obra, Hémo, cuya ascendencia paterna no queda del todo determinada.

El holandés trata desesperadamente de distinguir rasgos humanos en el simiesco infante antes de morir, tras lo cual el peculiar mono es enviado a Europa, donde forma parte de una compañía teatral, haciendo de Polichinela.

En una de las representaciones Hémo sufre un rapto inexplicable de celos y asesina al actor que interpreta al amante de su mujer.

Hémo es enviado al zoológico donde muere en terrible abandono, como todo antihéroe naturalista (aunque sea simiesco) que se precie…

Luego vendrían Tarzán y King Kong (versiones edulcoradas y expurgadas, como véis, de sus ancestros decadentistas), pasando por cantidad de otros seres Increíblemente Extraños como Ingagi o el Casi-hombre de Marcel Roland…

Los más curiosos podéis ir a la Página Increíblemente Extraña consagrada única y exclusivamente al mito de los Hombres-Mono, The Ape-Man, his Kith and Kin http://www.erbzine.com/mag18/1802.html

Curiosamente su autor se queja de no poder completar su inaudita colección con la joya de Armand Charpentier…

Así que ya sabéis, Investigadores de lo Increíblemente Extraño…

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