Preñada por el díscolo rey, la Bella Durmiente da a luz dos gemelos de sexo opuesto, asistida por unas simpáticas hadas que ponen a las criaturas sobre sus senos para que puedan mamar. Un día, el niño pierde la teta y se pone a chupar el dedo de su madre, quitándole la espina letárgica. Talia despierta, confusa ante su progenitura. Les da el nombre de Sol (al niño) y Luna (a la niña).
Un día el inconstante rey se recuerda de la durmiente que violó. Decide volver para ver si sigue dormida (y probablemente echar otra canita al aire). Al verla con los gemelos le cuenta lo ocurrido. Se queda allí unos días con ella, empezando un idilio ya más convencional. Aunque un tanto sulfuroso, pues está ya casado, allá en su reino.
De vuelta al tálamo conyugal clama los nombres de sus hijos y amada durante el sueño. La reina se cosca y consigue que el secretario del rey le desvele el pastel. Ladina, manda un mensaje a Talia para que le mande a sus hijos a la Corte. Ingenua, Talia accede.
La historia aquí se vuelve aún más fuertecilla. La reina, emulando a las heroínas trágicas greco-romanas, pide a su cocinero que cocine a los dos niños y se los sirva al rey. El tema de la comilona antropofágica era ya muy célebre en la literatura europea. De Séneca al Tito Andrónico de Shakespeare varios papás y mamás, antropófagos involuntarios, habían digerido a sus retoños, víctimas de un sadismo sin límites.
Horrorizado, el cocinero esconde a los niños, sirviendo unos corderos al rey. Este, deleitándose de lo suculento del plato, se ve felicitado por su parienta, la cual (fatal hasta la médula) le dice: “Come, come, que estás comiendo lo que es tuyo…” (chanza que ya encontramos en el Bardo inglés).
Contenta con su canibalesca treta, la reina manda venir a Talia para, de modo más convencional, quemarla viva.
Talia, para ganar tiempo, le pide que le deje deshacerse de sus bellos atuendos antes de ser chamuscada. La reina accede, a regañadientes.
Comienza entonces uno de los strip-teases más Increíblemente Extraños de la literatura, para más puro deleite de los lectores perversos.
Cada vez que se saca una prenda, Talia grita su dolor (¿os suena de algo? El final de Barbazul, otro colmo de Sadismo Sólo para Niños). Al cabo, el rey la oye y aparece en la habitación donde se calentaba la hoguera. La reina le dice que va a quemar a la adúltera y le cuenta que el otro día se papeó a sus gemelos.
El rey, desesperado, ordena quemar a la reina, al secretario traidor y al cocinero caníbal, el cual le explica lo ocurrido. Así, mientras los malos son rostizados al más puro estilo europeo (Basilio escribe mientras aún humean las hogueras de la caza de brujas), los amantes de tan singular historia se reúnen al fin.
“Gente con suerte”, reza la extraña moraleja, “el que tiene suerte que vaya a la cama y la felicidad lloverá sobre su cabeza”, tal vez alusión algo soez a la violación catatónica sufrida por la Bella Durmiente…
Y luego que digan que los videojuegos inculcan ideas nocivas en las mentes de los enanos…
P.s. Si queréis comprobar por vosotros mismos las refrescantes brutalidades de Basile podéis agenciaros la estupenda traducción española de Siruela.
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