martes, 20 de mayo de 2008

Wak-waks

Os habíamos prometido, en nuestro ya lejano mensaje de Bienvenida, plantas parlantes.

Y os vamos a dar Plantas Parlantes. Bueno, más bien árboles que dicen “wak-wak”. Casi, casi.

El mito de los árboles humanoides, variante de la extensa Fitozoología Fantástica Universal, remonta a la más remota Antigüedad. Ya en Filóstrato hallamos referencia a un olmo etíope (Africa ya era, como lo sería en el XIX, el territorio predilecto de lo misterioso), bajo el cual se disputaban dos filósofos, sorprendidos de oír una voz añadirse a sus doctas disquisiciones.

Nuestro queridísimo Luciano de Samósata nos habla en su Increíblemente Extraña Historia verdadera de las plantas-mujeres que atraen a los hombres con sus vaginas y luego no les dejan salir… variante cachonda de las Sirenas homéricas con ribetes de chanza misógina.

“Cuando hubimos atravesado el primer río, descubrimos otras viñas de naturaleza aún más extraña. Eran bellas mujeres de la cabeza hasta la cintura, que terminaba en un tronco arborescente tal y como los pintores pintaban a Dafné a punto de ser violada por Apolo. Sus dedos se expandent en ramas cargadas de uvas y sus cabellos están hechos de cepas entrelazadas. Nos hicieron mil caricias, hablándonos una en griego, la otra en indiio o persa, pero no querían que cogiéramos sus frutos [evidente juego de palabras] y cuando se los queríamos coer gritaban como si les hiciéramos mucho daño. No se cansaban de besarnos y de acariciarnos; sus besos eran embriagadores y dos de nuestros compañeros que se dejaron sorprender por sus encantos se quedaron atrapados por sus partes nefandas, y empezaron a tomar raíz y a ver que les salían ramas…”

La referencia mítica alude, cómo no, a la rica tradición de metamorfosis de humanos en árboles, la más famosa siendo la de Dafné, recogida en nuestras queridas e Increíblemente Extrañas Metamorfosis de Ovidio. Dante retomó la idea para ilustrar el destino póstumo de los suicidas, convertidos en árboles gimientes del Infierno.

En las Increíblemente Extrañas relaciones de la vida de Alejandro Magno hallamos referencia a un Árbol indio del Sol y de la Luna, que predecía el futuro, con voz masculina durante el día y femenina durante la noche. Una voz, en griego, predijo al joven rey la conquista del mundo mientras otra, en hindú, su muerte en Babilonia, bonito ejemplo de ambigüedad oracular…

Marco Polo se apuntó el tanto, trece siglos después, afirmando haber hablado con el mismo Árbol (lo cual nos da una idea de la credibilidad del célebre Millione, uno de los textos que inspiró a Cristobal Colón su tan errada travesía). Jean de Mandeville, que lo plagió, afirmó que el Árbol del Sol y la Luna seguía aún profetizando en una isla inaccesible poblada de dragones, sierpes y bestias salvajes sin especificar.

En general la tradición de árboles oraculares constituye una de las bases de la hierofanía (revelación de lo sagrado) en casi todas las tradiciones culturales. Los druidas consultaban los robles, las Streghe romanas los olivos.

Pero los árboles humanoides más sorprendentes pertenecen, sin lugar a dudas, a la tradición árabe.

Varios textos árabes los localizan en una isla lejana, produciendo cabezas de los hijos de Adam que, al ocaso y a la aurora, gritan “wak-wak” cantando himnos al Creador (!). Otros dicen que producen cuerpos enteros de mujeres (versión ya más picante) y que cuando gritan “wak-wak” se trata de un mal presagio. Encontramos una célebre mención en Los Libros de las maravillas de la India, muy marcado por la tradición helenística de Ctesias (la madre del cordero, como quien dice, en monstruosidades indias, lamentablemente perdido), del siglo X.

El Kitab al-haiyawan de Al-Djahiz (859) afirma que el wakwak produce animales y mujeres, colgados por los pelos (ya, como véis, más preciso). Las mujeres son coloradas y dicen “wak-wak” sin cesar hasta que se las arranca del árbol.

En el Katib al-djaghrafiya de un almeriense anónimo del siglo XII (cuántos Libros Increíblemente Extraños pertenecen a la literatura española en lengua árabe, totalmente ignorados por los presentes habitantes de la península, entre los que me incluyo), se sitúa la isla Wak-wak en el mar de China, con precisiones botánicas mucho más detalladas. Las hojas son parecidas a las de la higuera. Los frutos se forman a inicios de marzo, cuando se ve despuntar los pies de las jóvenes criaturas. Los cuerpos aparecen en abril, las cabezas en mayo. Las magníficas hembras así gestadas comienzan a caer, lamentablemente, a inicios de junio. Es cuando gritan “wak-wak”.

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