martes, 6 de mayo de 2008

Presidente Schreber


Llegamos a uno de nuestros heteróclitos predilectos (¿y cómo no?), el Presidente Schreber, autor de uno de los Libros Más Increíblemente Extraños del Universo, las bien llamadas Memorias de un neurópata (Dresde, 1903).

En él el Ilustrísimo Presidente nos explica cómo llegó a la conclusión de que era llamado a salvar el mundo. Sólo que con una pequeña condición…

Sólo podría lograr su cometido tras haber sido transformado en mujer…

Estamos a finales del siglo XIX, la Edad de Oro del Decadentismo. El Presidente podría haber optado por convertirse en uno de los “Desnaturados” de la perversa Rachilde (ya os hablaremos de “Señor Venus”). Varios burdeles de “drags” estaban ya a su disposición en las grandes capitales europeas.

Pero eso hubiera sido demasiado sencillo: Schreber afirma que no quiere ser mujer (aunque algunas páginas atrás haya estimado que “debe de ser singularmente bello ser una mujer en pleno apareamiento”) pero que está obligado a ello (!) y que necesita la intervención divina para lograrlo (!!).

De hecho, nos cuenta, el Señor ya ha empezado a transformar cu cuerpo: han ido desapareciendo (!!!) los intestinos, los pulmones, el esófago, las costillas… e incluso su laringe…

Poco a poco Dios los va regenerando, transformándolos en “nervios hembra” que le permitirán fecundar a los futuros humanos…

El imperceptible proceso, empero, tiene ciertos… pequeños inconvenientes. Uno de ellos, el cual irrita especialmente al Presidente (quejándose directamente al Divino), es que de cuando en cuando necesita defecar y no lo logra…

“Vista la significación característica de la pregunta: “¿Porqué no caga usted entonces de una vez?”, debo consagrarle ciertas precisiones: la necesidad de evacuar las materias viene en efecto provocada por milagros. Ocurre del siguiente modo: las materias son empujadas hacia adelante, a veces también hacia atrás en el intestino y cuando ya no queda bastante, habiéndose consumado la evacuación, el orificio anal se ve barruntado con un poco de contenido intestinal.

Se trata de un milagro del Dios superior, milagro que se reproduce varias docenas de veces al día…

Toda la perfidia de la política dirigida contra mí queda aquí evidenciada: Cada vez que la necesidad de evacuar me es miraculada, me envían a alguien de entre mis próximos del gabinete para impedirme defecar…”

Y es que el Presidente Schreber, por si no os habéis dado cuenta, era un tanto paranoico. Acusaba a su médico, el Dr Fleschig, de haberlo hipnotizado para experimentar con él como cobaya, siendo el auténtico responsable de su “eviración”.

El Dr. Fleschig fue, pues, quien cortocircuitó la conexión nerviosa del Presidente y Dios, “sin duda con la intención de negar a la descendencia Schreber toda prosperidad o al menos denegarle la posibilidad de prosperar en profesiones que, como la de especialista de las enfermedades nerviosas (!), la habrían conducido a relaciones más íntimas con Dios…”

La cosa, como veis, es un tanto confusa. Nos hallamos, según el autor, ante « el caso de un hombre único en su especie, con quien Dios ha entrado permanentemente en contacto por mediación de rayos (!), contacto que ya no puede ser roto y que por lo tanto constituye una amenaza para el orden mismo del universo (!!)”…

Mil detalles más amenizan la lectura de este auténtico Descenso al Infierno, bastante más pronunciado que la temporadita que allí pasó Rimbaud y sólo comparable a las glosolalías del Artaud más decrépito.

De hecho el Presidente chilla. Sus aullidos son la única manera de acallar las voces que intrusionan sin cesar su asediado cerebro, “manifestándose en la medida en que no puedo a cada instante dar a Dios, que está lejos y que considera que estoy loco, la prueba de lo contrario…

El pobre Schreber tuvo el dudoso honor de pasar a la historia como “EL Paranoias” mayúsculo, pues sus Memorias fueron utilizadas por el mismísimo Sigmund Freud para ilustrar su teoría psicoanalítica de la dolencia siendo secundado, años después, por el Vice-Psicoanalista Jacques Lacan.

Pese a que los análisis sesudos de Freud y Lacan resulten a menudo involuntariamente divertidos (con una jerga casi neo-escolástica que hubiera hecho las delicias de Rabelais), seguimos prefiriendo el propio relato del Presidente, uno de los "documentos humanos" más flipantes que jamás encontraréis.

Esperemos que, esté donde esté, haya logrado evacuar en paz.



p.s. A los que interese ahondar en el cuadro clínico del Presidente pueden dirigirse al siguiente ensayo

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