Tras ser uno de los representantes preclaros de la Ilustración sueca, diseñando máquinas sumergibles y voladoras (dedicándoles un periódico entero, el Daedalus Hyperboreus), formulando la osada "hipótesis nebular" relativa a la formación y evolución del sistema solar (la cual sigue siendo la más aceptada hoy en día) o redactado un célebre tratado de metalurgia, Emanuel Swedenborg se propuso atacar un gigantesco Regnum animale, compendio enciclopédico donde demostraría, en la linea de Locke, la anatomía fisiológica del alma. Para ello tenía que ir a Londres, capital de la Revolución Científica.
Lo que ocurrió fue más bien extraño.
Comenzó a tener sueños extraños. Por suerte, estos no se perdieron, como tan a menudo suele ocurrir con esos entes evanescentes. Ilustrado hasta en la piltra, Swedenborg compuso un Drömboken o Diario de Sueños, uno de los primeros en su estilo.
Los sueños comenzaron a invadir su vigilia.
En abril de 1745, mientras estaba papeando en una taberna londinense, la sala en la que estaba cambió de forma. Había un tipo sentado en na esquina. Le dijo: "No comas demasiado"...
Emanuel, acojonado por el consejo dietético (!), corrió a su casa.
Durante la noche, el hombre volvió a ver al hombre de la taberna. Se presentó a sí mismo como Jesucristo. Tomando agradablemente un té con él, éste le reveló su preocupación por el rumbo de la Iglesia y le anunció que él era el indicado para explicar al mundo el camino correcto.
En el último inscrito en su diario onírico, Emanuel ha decidido ya abandonar su proyecto fisiológico y dedicarse a la celebración del mundo celestial.
En una conferencia de 1978, Borges arguyó que si bien muchos místicos pueden pasar por locos, el caso de Swedenborg, tanto por su enorme capacidad intelectual, el tremendo prestigio científico del que gozaba como por el radical viraje que supuso en su vida y obra, fue ciertamente especial.
A partir de ese momento, y hasta el día de su muerte (el 29 de marzo de 1772), el antiguo científico produjo más de una quinzena de mamotretos místicos Íncreiblemente Extraños, empezando por el propio De Caelo et Ejus Mirabilibus et de inferno. Ex Auditis et Visis (1758).
Varios de dichos mamotretos estaban dedicados, en gran parte, a una peculiarísima angelología personal, si bien destinada a una heterodoxa progenitura que lleva hasta la angelomanía New Age que inunda nuestra Red y las tiendas jipilongas de nuestros cascos antiguos.
No podemos más que ceder la palabra al Maestro argentino que tan bien compendió las líneas generales de esta metafísica fantástica (pero, como bien decía el mismo Maestro, la metafísica no viene a ser, en sí, una rama peculiar de la literatura fantástica?):
“Durante los últimos veinticinco años de su estudiosa vida, el eminente hombre de ciencia y filósofo Emanuel Swedenborg (1688-1772) fijó su residencia en Londres. Como los ingleses son taciturnos, dio en el hábito cotidiano de conversar con demonios y ángeles. El Señor le permitió visitar las regiones ultraterrenas y departir con sus habitantes. Cristo había dicho que las almas, para entrar en el Cielo, deben ser justas; Swedenborg añadió que deben ser inteligentes; Blake estipularía después que fueran artísticas. Los Ángeles de Swedenbrog son las almas que han elegido el Cielo. Pueden prescindir de palabras; basta que un Ángel piense en otro para tenerlo junto a él. Dos personas que se han querido en la tierra forman un solo Ángel. Su mundo está regido por el amor; cada Ángel es un Cielo. Su forma es la de un ser humano perfecto; la del Cielo lo es asimismo. Los Ángeles pueden mirar al norte, al sur, al este o al oeste; siempre verán a Dios cara a cara. Son ante todo teólogos; su deleite mayor es la plegaria y la discusión de problemas espirituales. Las cosas de la tierra son símbolos de las cosas del Cielo. El sol corresponde a la divinidad. En el Cielo no existe el tiempo; las apariencias de las cosas cambian según los estados de ánimo. Los trajes de los Ángeles resplandecen según su inteligencia. En el Cielo los ricos siguen siendo más ricos que los pobres, ya que están habituados a la riqueza. En el Cielo, los objetos, los muebles y las ciudades son más concretos y complejos que los de nuestra tierra; los colores más variados y vívidos. Los Ángeles de origen inglés propenden la política; los judíos al comercio de alhajas; los alemanes llevan libros que consultan antes de contestar. Como los musulmanes están acostumbrados a la veneración de Mahoma, Dios los ha provisto de un Ángel que simula ser el Profeta. Los pobres de espíritu y los ascetas están excluidos de los goces del Paraíso porque no los comprenderían.
J. L. Borges y M. Guerrero, "El libro de los seres imaginarios" (Editorial Bruguera, Barcelona, 1985).
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