jueves, 22 de mayo de 2008

Más wak-waks


Los chinos también se apuntaron al tema “wakwak”, como vemos en el T’ong-tien de Tou Yeu, redactado tras su cautiverio entre los árabes (751):

“El rey de los Ta-che (árabes, en chino!) mandó gentes al mar, subidas a un barco (!) y tomando con ellos vestidos y víveres. Al cabo de ocho años (!) vieron una roca cuadrada. Sobre esta rocha había un árbol cuyas ramas eran rojas y las hojas verdes. Sobre el árbol había crecido una multitud de pequeños niños de seis a siete pulgadas; cuando veían a loshombres no hablaban sino que reían y se agitaban. Sus manos, sus pies y sus cabezas adherían a las ramas. Cuando los hombres los arrancaban se desecaban al instante y ennegrecían. Los enviados volvieron con una rama de dicho árbol que se encuentra ahora en la residencia del rey de los Ta-che”…

Una de tres, o los marineros en cuestión se marcaron una buena broma o los Ta-che le anduvieron contando milongas al pobre Tou Yeu, o el pobre Tou Yeu era, como se dice vulgarmente, un engañabobos.

La fábula árabe se propagó en Occidente con la célebre Cosmografía de Kazwini, presentada como curiosidad natural. A raíz de eso todos los sesudos tratados de geografía y cosmografía medievales trataron de los wak-waks como realidad indiscutible.

Todos los viajeros del Medievo (una buena panda de farsantes) afirmaron habérselos encontrado, empezando por Odorico de Pordenone (1331) quien describe un árbol que produce, em medio de frutas diversas, hombres y mujeres de un codo de altura, que se mantienen atados por sus extremidades inferiores al tronco. Sus cuerpos se refrescan con el viento y se secan cuando este cesa.

Los wak-waks triunfaron sobre todo en la iconografía, inundando las miniaturas persas y occidentales, desde las Maravillas de la Naturaleza de 1388 hasta el Hortus Deliciarum de Herrade de Landsberg y, cómo no, los hombres-tronco del infinito Bosco.

El wakwak no se quedó sólo. El célebre Maimónides, autoridad del Occidente medieval, refiere la existencia de árboles que salen de una cabeza humana cuyos cabellos constituyen las raízes y que posee, como la mandrágora de los antiguos, la capacidad de hablar. En su Botánica, Ibn al-Baytar (1197-1248) cita el sarrakha que grita durante una fiesta, provocando la muerte de aquel que lo oye.

Habría que esperar a nuestros queridos visionarios del Siglo de las Luces para que el tema resurgiera con fuerza. Así Holberg, en el Viaje subterráneo de Nicolas Klim (1741) nos habla de Potua, el país más importante del planeta subterráneo Nazar (estamos hablando de lo que se esconde debajo de nuestros pies, por si no queda claro), poblado de hombres-árboles cuya estructura los hace más lentos de pensamiento y les confiere quietud contemplativa (idea retomada por Tolkien, como sabemos).

« Los habitantes consisten en árboles de diversas especies, como castaños, palmeras, arbustos, etc que dan nombre a los dieiciseis meses del año. (…) El número habitual crece maravillosamente cada día gracias a cierto edicto conocido como nombre de la ley a favor de la propagación. En virtud de dicha ley los beneficios y las inmunidades aumentan o disminuñen en función del número de hijos que se ha engendrado.”

De hecho la llegada de Klim a Potua causa un pequeño incidente arborícola: embestido por un toro se sube a un árbol que en realidad es la presidenta (concepto de por sí jocoso para los lectores de la Ilustración) de Potua. Será pues juzgado (por unos árboles vestidos de piel de oveja a modo de toga) por ataque a la decencia e intento de violación –la cual, una vez más, plantea un bonito caso de casuística a la Billuart: ¿se trata de estupro simple o se puede juzgar la arborafilia como una variante del bestialismo? (Por cierto, pese a lo increíble que parezca, dicha parafilia existe, se llama dendrofilia y goza de cierto predicamento en ciertos mangas radicales…).

Tras el análisis de la sangre del pobre Nicolas los Patuanos se dan cuenta de su buena fe, sistema que deja en pañales a nuestros sueros de la verdad…

Aprendemos también que:

“La bebida habitual de los habitantes está hecha del jugo de algunas hierbas siempre verdes. Los vendedores de dicho brebaje son llamados vulgarmente ninhalpi, herbidores. El número de ellos está limitado en cada ciudad y tienen el privilegio exclusivo de cocer y distilar las hierbas. No pueden ejercer otra profesión ni dedicarse al comercio. Inversamente queda prohibido a todos aquellos que ejercen un cargo público dedicarse a este negocio ya que, aprovechando el crédito del que gozan por su función atraerían a todos los compradores..."

Como en todo Viaje Extraordinario que se precie se cuela una buena dosis de reformismo social donde adivinamos las futuras exigencias revolucionarias…

“Los Potuanos no están distinguidos entre patricios y plebeyos o nobles y villanos. Esta distinción existió antaño entre ellos pero los príncipes vieron que era fuente de discordias y divisiones, aboliendo todas las prerogativas unidas al nacimiento”…

En el inenarrable Star o Ψ de Casiopea de Defontenay (1854), desubrimos a los Bramilos,

“unos seres singulares que, con la organización de un vegetal, tienen la sensibilidad de un animal y la facultad de moverse agitando sus ramas articuladas con el tronco. Los Bramilos se asientan en la orilla de aguas corrientes gracias a un pie tubercúleo armado de raíces en forma de garras que hunden en la tierra húmeda”…

La fantasia moderna retomará estas simpáticas criaturas, desde el Bosque de los Árboles Batalladores del Mago de Oz (Clásico Extraño del cual volveremos a hablar), hasta los celebérrimos e inolvidables Ents de Tolkien.

Algún otro día hablaremos del Increíblemente Extraño Cordero Vegetal, otro caso fascinante de Fitozoología medieval…

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