Eclipsada por la infumable Nueva Heloísa de Rousseau, publicada el mismo año, la singular advertencia de Théophaigne pasó totalmente desapercibida.
Como pasara inadvertida su teoría del Big Bang, afirmada una década atrás en el igualmente Extraño Amilec o la semilla de hombres que sirve a poblar los planetas (1753-4) : « esta multitud innombrable de Torbellinos, de Soles, de Tierras habitables que constituye este vasto Universo, todo eso (no, no lo creerás jamás), todo eso fue otrora contenido en una semilla cuyo grosor igualaba apenas el de un guisante. El desarrollo se hizo poco a poco, mas aún no ha concluido. Hay aún bastantes Mundos que se pueden comparar a jóvenes planetas que comienzan, por así decirlo, a germinar…”
Como tantos otros visionarios que pulularon, ignotos, a las sombras del Siglo de las Luces, Théophaigne sigue ocultado por las historias literarias.
Por suerte existen rincones Increíblemente Extraños como esta nuestra heteropedia para acoger los despojos de aquel oscuro médico provincial que vio el guisante de nuestro más remoto pasado y la Zazirocracia de nuestro inminente futuro… además de otras minucias como la fotografía...
“Los espíritus elementales han tratado de fijar esas imágenes pasajeras: han compuesto una materia muy sutil, muy viscosa y muy rápida en secarse y endurecerse, gracias a la cual componen cuadros en un santiamén. Untan con dicha materia un pedazo de tela y la presentan ante los objetos que quieren pintar (…). Esa impresión de las imágenes es captada en el primer instante en que la tela la recibe. Se la saca al punto, situándola en un lugar oscuro. (…) Una hora después, la materia es desecada y obtienen un cuadro tanto más precioso cuanto ningún otro arte puede imitar así la verdad y que el tiempo no puede, de modo alguno, deteriorarlo…”
… la tele…
« La primera cosa que atrajo mi vista fue un globo de diametro considerable, del que provenía el ruido que oía (…) Pequeños canales imperceptibles, explicó el prefecto, vienen de cada punto de la superficie de la Tierra hasta este globo (…) Mira la imagen de la Tierra pintada en este globo, esas islas, esos continentes, esos mares que todo lo abrazan, ligan y separan. (…) De trecho en trecho, prosiguió el espíritu elemental, se encuentran en la atmósfera porciones de aire que los espíritus reflejan desde distintos puntos de la Tierra, enviándolas al espejo que tienes ante los ojos, de modo que inclinando el globo en distintas direcciones se perciben distintas partes de la superficie terráquea…”
Y la conclusión supremamente voyeurística: “eres dueño de pasear tu mirada por los habitáculos de los hombres…”
Tiphaigne también se adelantó a las feromonas (“la materia Simpática que emana de los cuerpos (…) una especie de vapor o de polvo sutil e invisible que se expande alrededor de cada humano y cada animal”) y a la comida sintética (sin llegar, empero, a predecir el triunfo de esa amalgama improbable, el "tv diner"), desafiando los logros de los Grandes de la tradición hermética (a la cual, cómo no, se le ha asociado)…
No por nada la traducción inglesa de su otro clásico, Giphantie se llamó Giphantia ; or a view of what has passed, what is now passing, and, during the present century, what will pass in the world, translated from the original French, with explanatory notes, 1761.
Tatarabuelo de la ciencia-ficción, Théophaigne bien se merece inaugurar nuestra galería de Libros Increíblemente Extraños.
Como dicen los franceses, el azar hace bien las cosas.
¿O será obra de los Zaziris?
Vigilad los cielos…
Que están en las bibliotecas más polvorientas...
como esta, donde encontraréis el texto de
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