Visto vuestro entusiasmo por la Extrañísima Masticación de los muertos en su tumba (1725-8), ahí va una pequeña aclaración.
El tema de los enterrados vivos remonta a la Antigüedad clásica, como muestra nuestro queridísimo Plinio (en cierto modo pagano santo patrón de esta página), citando casos como el del cónsul Acilio Aviola o el pretor Lucio Lamia, “revividos” en el último instante, antes de pasar a la pira…
Fiándose en la ausencia de latidos en el corazón para su diagnóstico, la medicina antigua (y no digamos la medieval) ignoraba muchos casos complejos como el traumatismo craneal, la epilepsia o la hipotermia que podían resultar (y resultaron) en la angustiosa e irónica (ya que nada triunfal) “resurrección” de miles de falsos fiambres que no tardaron en serlo verdaderos, lentamente asfixiados en sus féretros.
El debate (y el subsiguiente pánico) surgió en plena “crisis de la conciencia europea”, a finales del siglo XVII, a raíz del Extraño De miraculis mortuorum de Christian Friedrich Garmann (1670), un tratado de 12.000 páginas sobre los milagros de los muertos con cadáveres móviles, rientes (!), agigantados (!!), parturientes (!!!) y sobre todo… ¡¡¡hambrientos!!!
Sí, una gusa tremebunda, ultraterrena hacía que los supuestos cadáveres se comieran sus propias extremidades o que arrancaran sus mortajas a dentelladas…
En las fronteras de la Teología y la Medicina Increíblemente Extrañas se filtraba así el mito popular del Vampiro, nutriéndose (valga la ironía) de tradiciones ancestrales (tal vez neolíticas) de miedo al retorno de los muertos (cabreados, no se sabe muy bien por qué, con los vivos… tal vez envidia cochina).
Cantidad de estudiosos del momento se volcaron sobre el tema. Mientras los teólogos insistían en una interpretación diabólica de los casos de “reanimación” vampírica, los médicos ilustrados trataban, siguiendo las pautas de Galeno, explicar racionalmente las “masticaciones”.
Se publican Libros Increíblemente Extraños relativos a esta cuestión, tales como la "Dissertatio Historico-Philosophica" De Masticatione Mortuorum de Philip Rohr, pronunciada en Leipzig el 16 de agosto de 1679 o la De absolutione mortuorum excommunicatorum de Heineccius (1709). En el campo ilustrado contraataca el médico francés Jean-Jacques Bruhier con su ponderada Disertación sobre la fiabilidad de los signos de muerte (1720), explicando que los supuestos muertos vivientes eran pobres diablos que, al despertar de su letargo comatoso, se automutilaban en pleno ataque de pánico al descubrir su verdadera situación. De ahí los mordiscos (entre otras cosas) a las mortajas.
El pánico cunde en los pueblachos perdidos de Europa Central. Auténticas epidemias de vampirismo recorren los valles más recónditos. Los muertos reviven…
En 1725, en Kisilova, Hungría, los paisanos exigen la exhumación y ejecución de un tal Peter Plogojowitz, un vecino muerto hacía pocos días al que acusan de haberse convertido en… vampiro…
Basándose en la tradición de tratados sobre la « masticación de los muertos », Ranft cita varios casos espeluznantes de Schmatzenden Todten o Come-mortajas: una mujer de Bohemia fue desenterrada en 1355 tras haber devorado gran parte de su mortaja. En el siglo XVI otra exhumación mostró una pareja (!) que parecía haber devorado sus propias entrañas (caso extremo de necrofilia mutua que hubiera encantado a Dalí y sus amigos Surrealistas)…
En Moravia un cuerpo pareció haber devorado no sólo su propia mortaja sino la de una mujer enterrada a pocos metros…
Para más inri, estos Come-mortajas emiten, al parecer, escalofriantes chillidos… de cerdo!!
Continuará.
1 comentario:
Imagino que ya habrá oido vd. hablar de el caso...
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Hallados/restos/vampira/Venecia/elpepucul/20090312elpepucul_5/Tes
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