martes, 22 de abril de 2008

Poemicidios

Se ha especulado mucho sobre la poesía como arma (cargada o no de futuro) y sobre la capacidad concreta de la literatura de reaccionar ante la violencia de la vida real (el célebre “Si mi pluma valiera tu pistola” de Machado a Líster).

Pese a todos los intentos de las vanguardias de crear una poesía vital y agresiva creemos que ningún poeta logró la proeza del antiguo Arquíloquo

Poeta griego nacido en Paros en el siglo VII antes de Cristo (lo cual ya es decir), hijo bastardo de Telesiclés y una esclava llamada Enipó (es decir, Criticona), difamó, según Eliano (Varia historia 10,13), a amigos y enemigos, mantuvo constantes relaciones adúlteras, fue un lujurioso y un energúmeno, y, colmo de degradación, tiró su escudo (elemento central de la falange) y huyó cobardemente de un combate.

A parte de dichas lindezas inventó, al parecer ese género tan fructífero, cachondo y lleno de mala leche que llamaríamos Sátira y que por entonces se llamó la “invectiva yámbica”.

Bajo su pluma, esta se convirtió en arma auténticamente letal.

Vean sino:

Cabreado por que su prometida, la hija de un tal Lycambes, se había retractado en el último minuto compuso un poema que bate records históricos de eficacia. La indecisa, traumatizada, se ahorcó.

El padre, desesperado, la siguió. Las dos hermanas, de tiradas al río, también.

No contento con esta hazaña, Arquiloquio siguió su carrera psico-poética.

A un escultor que le había retratado con rasgos un tanto ridículos (o así lo juzgó el interesado), dedicó unos escuetos versos de tal crueldad que el pobre artista se vio abocado, a su vez, al suicidio.

Lamentablemente no nos quedan ya más que tristes fragmentos de aquellos versos poemicidas, citados por oscuros lexicógrafos y gramáticos (Hesiquio, Glauco de Reggio, Sudas, etc.), sin lo cual, vistos los progresos increíbles de nuestras épocas hipermodernas, habrían podido redefinir el vaporoso término de Armas de Destrucción Masiva…

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